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En el siglo XVII con el origen del estudio del magnetismo y la electricidad, de tal forma que en 1785, Guillermo Morgan describió una serie de experimentos realizados con descargas eléctricas, al interior de un tubo de vidrio, manifestando que ante la ausencia de aire, no existe posibilidad de paso de alguna descarga eléctrica, pero que el ingreso de una pequeña cantidad de aire al tubo, provocaba una luz verdosa, que se le dio a llamar rayos X, al desconocer el origen de la misma.
En el siglo XVIII el abad Abbé Nollet dedicado a la física, creó un tubo al vacío con un alambre, que se conectaba a electricidad estática y que producía suficiente luminosidad.
Los aportes de Faraday en 1821 y de André Marie-Ampere(1831) en la formulación de la ley de inducción electromagnética de Faraday, demostrando que "la fuerza electromotriz inducida en un circuito es igual al valor negativo de la rapidez con la cual está cambiando el flujo que atraviesa el circuito", y la ley de Ampere que indica que "la circulación de la intensidad del campo magnético es igual a la corriente del contorno que lo envuelve", contribuyendo de esta forma al desarrollo de los rayos X y la bobina de inducción electromagnética.
En 1979 William Crookes, realizaba experimentos con tubos de vidrio con bombas de vacío, insertando a los primeros, dos discos metálicos, que los denominó electrodos, que al ser conectados a una fuente de voltaje, uno se cargaba positivamente y el otro negativamente. De esta forma, al generar una descarga eléctrica en el polo negativo (cátodo), se originaba un rayo de luz que se propagaba hacia el polo de carga opuesta (ánodo), observando que al acercarse a un imán el rayo, que denominó "catódico" se desviaba.
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