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LA SALUD MENTAL
ANDRÉS SANTIBAÑEZ
PASTOR DE JÓVENES #ALFA-PIEBS
n la descripción de Mateo (Mt. 22:37) sobre amar
a Dios con todo (ese es el sentido general del
texto), se resalta que también se debe hacer
con “la mente”, pero ¿cómo se puede hacer esto cuando
la salud mental está enferma?, ¿cómo amar sin reservas
cuando no tengo dominio sobre mi propia vida?
E
Me atrevería a decir que hace sólo algunos años a la
fecha, la Iglesia cristiana (particularmente la latina) ha
comenzado a tomar con la responsabilidad, seriedad y
realidad las enfermedades mentales de sus fieles. No es
que no reconociera la existencia de ellas como patologías,
sino que no las aceptaba ya que eran mal vistas a la luz
de quienes ya tenían una vida completamente nueva en
Cristo Jesús.
El siguiente devocional lejos de querer ser concluyente
en sus alcances técnicos, pretende entregar una reflexión
pastoral, que aspira contribuir en la articulación al interior
de nuestras comunidades cristianas.
Mis primeras palabras son para hacerme cargo de mi
análisis situacional, sobre la posición que ha tenido
la Iglesia respecto de los trastornos mentales o de la
mente. Una de las formas de ver el periodo en que esta
realidad comenzó a cambiar, es mirar (por ejemplo),
las publicaciones formales (literatura) e informales
(artículos, blog, etc.) que han surgido sobre este tema.
Como también, las distintas charlas o predicaciones
que hoy se alojan en internet. Sobre esa realidad, los
años recientes cuentan de una preocupación por tratar
honestamente y desde una perspectiva cristiana la salud
mental.
Es muy probable que uno de los principales motivos por
los cuales la Iglesia (como institución) se negó a validar
médicamente los trastornos mentales, es por la confusión
de conceptos, entre la mente (cerebro) y el corazón.
Debemos entender que la Biblia no habla con claridad
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respecto de las distintas disfunciones cerebrales que
puedan afectar a un ser humano, que más bien trata en
extenso y profundidad con la esencia del hombre, con
su corazón. De esta manera ha terminado de manera
inconsciente (parto de la buena fe), separando al ser
humano entre lo biológico y lo espiritual, cosa que es un
tremendo error. Bien sabemos que nuestra mente puede
terminar por afectar nuestro cuerpo y viceversa, estamos
maravillosamente enlazados, unidos, conectados.
Que las Escrituras no nos hablen de todas las
enfermedades mentales, no es un indicativo que como
Iglesia no tengamos que hacernos cargo de su existencia
en medio de ella. El autor de Mateo y Hebreos, nos dejan
un claro relato de como Jesús desempeño su ministerio
aquí en la tierra:
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en
las sinagogas,
anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda
enfermedad y toda dolencia.
Mateo 9:35 (NVI)
Y saben que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu
Santo y con poder.
Después Jesús anduvo haciendo el bien y sanando a todos
los que eran oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él.
Hechos 10:38 (NTV)
Jesús siempre miró a las personas como seres integrales,
preocupándose de ellos tanto en su esfera espiritual
como en el ámbito físico y ambiental. Y el cerebro, es tan
físico como unas piernas paralizadas o unos ojos que no
pueden ver. En este sentido, cada vez se puede hablar
más de una misión integral (con un enfoque mucho más
amplio) sin tanto prejuicio que en muchas ocasiones fue
equivocado y sin fundamento.
#RflexMag