QUE BONITO ES MANZANILLO NUMERO 9 | Page 11

El oro triste

(Un sueño de tantos) Por

(Un sueño de tantos)

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El ruido inconfundible de las máquinas portuarias había cesado un poco, ese día, nos había tocado descargar “rollos”, gigantescos y pesadísimos rollos de lámina de metal… al cambio de turno, me percate de que me había tocado, de compañero de faena, un señor que frisaba los 65 años de edad, delgado, flaco, y de jornalero!, trabajo muy pesado y más para una persona de sus características… no sonreía, no hablaba, ensimismado en su labor y con a mirada llena de pena y desasosiego, las comisuras de sus labios hacían una pequeña mueca como burlándose de su destino, ¡¡¡¡¡tantos años de darse y no terminaba!!!!! Era como una broma cruel, como un juego en el que un día se vio inmerso y nadie le enseñó las reglas, esas reglas infames en las que queda tu vida en prenda de un plato de paupérrima comida para tu familia… pero el monstruo, sigue creciendo, reportando cantidades inimaginables de ganancias que como siempre, son para unos cuantos…

En estas cavilaciones, me distraje ocasionando que por poco, una de las enormes estructuras de metal que descargábamos diera fe de mi integridad física… salté a un lado y pude, por suerte esquivar lo que sería algo no deseado, mi muerte…

La empresa en la que trabajo, nos da un alimento al día, ya sea desayuno, comida o cena y se dio el caso que era hora de a comida… y mientras lo hacía, me percaté de que mi fortuito compañero de trabajoendesembarquederollos, no tenía comida servida… era “eventual”, no era trabajador de planta y esos servicios, (de comida) no son para ellos… lo invité a sentarse a comer, y se rehusó, viendo en sus ojos que era más por pena que por falta de hambre, y le insistí… ante su reiterada negativa opté por dejarle el plato en su lugar e inmediatamente empezó a comer con mucha desesperación, esa que te da el hambre tatuada en el alma! Después de prácticamente devorar el contenido del plato, se quedó con la mirada fija en un punto imaginario… como pensativo… y en sus ojos se asomaron dos brillantes que parecían remedos de lágrimas.

No se cuanto tiempo estuvo así, en vana contemplación y yo, absorto sin perderme un momento sus cavilaciones. Se levantó y se fue hacia los muelles… caminó pausado, como si sus hombros hicieran el esfuerzo de cargar alguno de los pesados rollos que subían a los tráileres las grúas gigantescas… vi como se acercaba hasta mí, mi casual amistad, y abriendo su mano, áspera y sucia por el trabajo, me mostró dos galletas Marías… tómalas me dijo tímidamente, era mi ración para el día de hoy, te pertenecen.

Cómo! Le dije, como que tu ración? Si, me contesta con su sonrisa insegura y nerviosa, es lo que traigo para comer cada día…

Esa tarde lloré, como lloran los hombres que se unen al dolor de sus semejantes y fui a la iglesia, a pedir por… no sé, quizá solo fui a sentirme reconfortado…los rayos del sol se refrescaban por momentos con las ondas frías de aquel viento que nos anunciaba la cercana llegada de la Semana Santa. Con fingida religiosidad, el líder del sindicato al que pertenecemos, ése que tiene el corazón de dejar a los trabajadores sin comer y quien no se preocupa por más nada que su bienestar, el de su familia y su buena relación con la fuente de trabajo, ejecutaba con magistral histrionismo, las lecturas de la misa, perfectamente bien vestido, ante la mirada de benevolente aceptación del párroco de la iglesia… sentí que estaban conciliando algo, a escondidas del Dios misericordioso al que uno dice servir, y el otro dice adorar…

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