QUE BONITO ES MANZANILLO NUMERO 14. | Page 4

DENUNCIA

DE UN CRIMEN

Denuncia de un Crimen

Denuncia de un Crimen

Por Oscar Hernández

Aquella tarde deambulaba en el balcón como si este fuera interminable, cada paso que daba lo meditaba con el sudor bajando por mi frente por la humedad característica del puerto, la angustia me envolvía como un deber de milicia cuando se tiene que ir a la guerra, era la hora del ángelus y a lo lejos brotaba el sonido de las campanas, fui bajando lentamente cada escalón hasta alcanzar la calle, corrí como si fuese perseguido por no sé que tantos demonios de esos que en la infancia nos atormentan, subí aquel enorme cerro como queriendo acortar aquella distancia que me separaba del objetivo, así empecé a descender con la camisa mojada por el sudor, jadeante y sin detener mi andar observe en la parte baja el departamento de policía, alguna vez cruce por esa vereda rumbo a casa y debo confesarlo sentía una especie de miedo por saber quiénes moraban el lugar.

Continué bajando los escalones como si el paso fuera interminable, vi al oficial regordete y somnoliento por el calor de verano, la gorra puesta sobre su cara, como esperando paciente algún huésped efímero, de esos que solo entran a pagar con la barrida de la calle sus multas, a su

lado un viejo ventilador que producía más ruido que el aire que refrescaba, mire a todos lados como reconociendo terreno en caso de una huida improvisada, y finalmente no se si el sudor era por lo agitado de mi carrera o el temor de quedar atrapado donde tantas historias sabia del lugar, me decidí.

Me fui acercando sigiloso como queriendo no perturbar aquel sueño privado del guardián del orden pensando de nuevo en mis atroces miedos, pensaba y si me dan 100 años no volveré a ver jamás a mis amigos… ensimismado estaba cuando una voz grave como aquellos cantantes de cantina enronquecidos por el calor del licor, me sorprendió, “Chamaco que deseas” sentí el rubor en mis mejillas, pensé ellos no creerán mi versión, no creerán que no era esa mi intención que son cosas del destino y… me sentí como debe sentirse aquel empleado en el pasillo de la oficina que de pronto se encuentra con el jefe y sin saber que decir solo balbucea unas palabras impronunciables… “Yo.. he… hola” entonces solo me atreví a decir “Buenas Tardes.. yo..” me di la vuelta en retorno a casa con el temor y la conciencia anegada de pensamientos por saber de aquel crimen inconfesable, aquel día deje de ser niño, había muerto, y yo tenia 18 años ya era un adulto y nunca confesé mi crimen por haber matado al niño en la conciencia!!!

1979

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