que bonito es manzanillo
numero 13
Por Rosario Iglesias
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Nos contaba mi madre, a mi hermano y a mi, sentados alrededor de la humilde mesita que nos servía de comedor, que en un pueblecito lejano, enclavado allá, cerca de las montañas, vivía una mujer muy buena, linda y sencilla que veía transcurrir la vida entre las paredes de su casa, las festividades y verbenas pueblerinas y el fuerte olor a incienso que aderezado con el plañidero tañir de las campanas de la iglesia, hacían de ésta su morada habitual… así era la vida de Severiana, simple.
En el mismo pueblo vivía Juan, joven trabajador, alegre, bien parecido, enamorado de Severiana desde niño… y a hurtadillas, con la anuencia alcahueta de la tía Simona, se veían al salir de la iglesia y platicaban un rato, hasta que un día, decidieron casarse para lo cual, el paso a seguir, era pedir la mano de la chica a su remilgoso padre y a la siempre buena señora Tomasita, madre de Severiana. Ese hecho, (la pedida de mano) fue de gran fiesta para los lugareños.
Al festejo acudieron no solo los familiares, si no también amigos del pueblo. Reunidos tomándose sus alipuses, los jóvenes platicaban de la emoción que estaban viviendo por el matrimonio que se avecinaba, todos estaban felices, menos Cipriano joven cejijunto, de mirada dura y gesto adusto, que en silencio también amaba a Severiana pero que en varias ocasiones, ya había sido rechazado por ella… tomaba su bebida como si agua fuera y rechinaba los dientes mostrando con eso su impotencia y despecho.
Así pasaron las horas entre bailes y tragos, hasta que un amigo le preguntó a Cipriano… “pos que te trais pues, has estado toda la noche bebiendo se te mira la talante de enojado!” al coro de todos los demás amigos que si era cierto la apreciación de su compañero, Cipriano carraspeó y lanzando un escupitajo al suelo, como signo de desprecio, empezó parsimoniosamente a contarles, que estaba así, por la traición que había cometido Severiana con él, que ya tenían muchos meses yéndose al rio en las noches mientras dormían los papás de ésta y que la hacía suya, “por eso ahora, -les dijo- ahora quesque se casa con ese nango, pos como queren que me sienta!, como que me llevan los mil diablos!!!!”…
Se guardó un silencio de sepulcro, como si de pronto, a todos les cortaran la lengua…
Y poco a poco, fueron retirándose del festejo, donde se veía a los futuros esposos, radiantes de dicha…
Al siguiente día, el pueblo entero murmuraba… “mírala, mosca muerta!”… “es una sinvergüenza!”… “pobre de Juan, tanto que la quiere”; “y doña Tomasita, será que de veras no sabía las escapadas de esa libertina?” “quien la viera! Parece que no rompe un plato y ve a los que ha llegado” … “pero dicen que también con el fuereño aquel altote que llegó en las vacaciones pasadas a la casa de don Bernabé” jajajaja y pue’ que también con el mismísimo Bernabé ya ven que la veía con unooosss ojossssss!!!!. Y así, el dedo flamígero de los que se sentían “buenos y justos”, se alzó sobre Severiana y su familia.
Severiana empezó a notar que las mujeres que antes se caían por saludarla, ahora la veían y soltaban una risita y se cuchicheaban entre si evitando saludarla siquiera… en la cantina de pueblo los dicereres mal intencionados de los borrachos del pueblo eran cada vez mas descuidados hasta que todo lo que hablaban, llegó a oídos del mismísimo Juan, quien enloquecido de dolor, arremetió a golpes en contra de dos tipos que allí se encontraban vociferando esas cosas que atentaban contra la decencia de su prometida, al pleito se unió casi todo el pueblo (exagerando) y dejaron al pobre muchacho, casi moribundo…
Palabras y Plumas… Iguales cuando el aire las posee