puño & letra Summer 2018 | Page 23

Mientras pasaban los días, ella cada vez se ponía más triste. Su querido novio tambien desesperado la buscaba en todas partes. Hasta que una amarga noche cuando el sombrerón escuchó que había muerto el amor de su vida. Dicen que fue la inmensa tristeza que la llevó a dejar de comer, de querer vivir. El novio corrió a buscar la verdad y descubrió que era cierto; en su casa la familia de ella la estaba velando. El sonido de los llantos se escuchaba intenso. Al llegar el Sombrerón triste con su guitarra de color negro, todos lo voltearon a ver. Temblorosamente dijo en voz alta desde afuera, “mañana que te entierren llenaré mi panuelo de lagrimas de cristal y amor” y luego desapareció. Desde esa noche, un espíritu maligno se apoderó del alma y de su cuerpo por el dolor de haber perdido a su amada. Las personas del pueblo se quedaron sorprendidas cuando en la mañana, salieron a la puerta de la novia y vieron lo que de verdad parecían lágrimas de cristal, como gotas de agua congeladas sobre el suelo. El hombre destrozado desapareció como si también hubiese muerto. A la medianoche algunas personas dicen que lo ven, o que lo escuchan cantarle a su amada difunta. A veces solo captan el ruido de sus cadenas por las calles. Esta triste y terrible figura va buscando a su querida, o otras mujeres solteras para enamorarlas. En la parte costera de Guatemala, dicen que es donde se habla más de las andanzas del sombrerón. En mi comunidad, raras personas lo han visto y escuchado. Mi vecina me contaba que lo escucha cuando pasea las calles solitarias de madrugada. Escucha el chinchillo de sus botas cada vez que da un paso, pero a mí nunca me ha aparecido. Mi abuelo me cuenta que él sí lo ha visto, y que se asombró cuando vio que la historia era verdad. Era un hombre joven, se hacía tarde y se dirigía a otro pueblo cuando lo vio. Aunque mi propio abuelo me haya dicho y varias veces, no logro creerlo yo. Sí sé que las personas rumoran que logran oír el ruido de las cadenas que arrastra. Es un sonido tan aterrador que hasta el viento se pone tenso. Cuando mi abuelo terminaba de contarme, Me temblaban los pies, y sentía el corazón acelerado. En mi cabeza mi imaginación no dejaba de correr sobre este hombre tan maligno que podría venir a cantarme desde mi ventana alguna noche a mí. 23