Mientras pasaban los días, ella cada vez se ponía más triste.
Su querido novio tambien desesperado la buscaba en todas
partes. Hasta que una amarga noche cuando el sombrerón
escuchó que había muerto el amor de su vida. Dicen que fue
la inmensa tristeza que la llevó a dejar de comer, de querer
vivir. El novio corrió a buscar la verdad y descubrió que
era cierto; en su casa la familia de ella la estaba velando.
El sonido de los llantos se escuchaba intenso. Al llegar el
Sombrerón triste con su guitarra de color negro, todos lo
voltearon a ver. Temblorosamente dijo en voz alta desde
afuera, “mañana que te entierren llenaré mi panuelo de
lagrimas de cristal y amor” y luego desapareció. Desde esa noche, un espíritu maligno se apoderó del alma y
de su cuerpo por el dolor de haber perdido a su amada. Las
personas del pueblo se quedaron sorprendidas cuando en
la mañana, salieron a la puerta de la novia y vieron lo que
de verdad parecían lágrimas de cristal, como gotas de agua
congeladas sobre el suelo. El hombre destrozado desapareció
como si también hubiese muerto. A la medianoche algunas
personas dicen que lo ven, o que lo escuchan cantarle a su
amada difunta. A veces solo captan el ruido de sus cadenas
por las calles. Esta triste y terrible figura va buscando a su
querida, o otras mujeres solteras para enamorarlas. En la
parte costera de Guatemala, dicen que es donde se habla
más de las andanzas del sombrerón.
En mi comunidad, raras personas lo han visto y escuchado.
Mi vecina me contaba que lo escucha cuando pasea las calles
solitarias de madrugada. Escucha el chinchillo de sus botas
cada vez que da un paso, pero a mí nunca me ha aparecido.
Mi abuelo me cuenta que él sí lo ha visto, y que se asombró
cuando vio que la historia era verdad. Era un hombre
joven, se hacía tarde y se dirigía a otro pueblo cuando lo
vio. Aunque mi propio abuelo me haya dicho y varias veces,
no logro creerlo yo. Sí sé que las personas rumoran que logran oír el ruido de las cadenas que arrastra. Es un sonido
tan aterrador que hasta el viento se pone tenso. Cuando mi
abuelo terminaba de contarme, Me temblaban los pies, y
sentía el corazón acelerado. En mi cabeza mi imaginación
no dejaba de correr sobre este hombre tan maligno que
podría venir a cantarme desde mi ventana alguna noche a
mí.
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