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Las instituciones esta vez no van muy por detrás de las empresas en sus estrategias de comunicación. La campaña electoral de Barack Obama plantó encima de la mesa de todas las adminis- traciones y formaciones políticas del mundo la importancia de las redes sociales y la comunicación 2.0. Todos tomaron nota. Hace tan solo unas semanas una campaña del Instituto de la Mujer y la Secretaría de Igualdad ha mostrado que la mejor forma para llegar a las adolescentes es internet y la filosofía 2.0. Miles de jóvenes buscan cada día en la red información que, lejos de descubrir, pretenden esconder. Tapar un moratón o un labio inflamado. Muchas de esas chicas no ven informativos en TV. No leen periódicos. Su canal de conexión con el mundo es internet. Ahí es donde investigan toda la información que necesitan. En buscadores y en los blogs de sus ídolos, como Aishawari, Alipopof, Isasaweis, Ladenena y ConTol Style, blogueras que acu- mulan cientos de miles de visitas con sus vídeos sobre moda y maquillaje. Pero puede que la última vez que buscaran cómo cubrir los ras- tros del maltrato no encontraran la solución estética a su proble- ma. Pueden haber descubierto la solución real al asunto. A medi- dados de noviembre comenzaron a circulan cinco vídeos en la red, realizados por blogueras con cientos de miles de seguidoras, que hablan sobre cómo disimular una agresión. En sus cuatro primeros días consiguieron más de 250.000 visitas. Estos videoconsejos empiezan como cualquier otro de su blog. Mismo lenguaje, mismo tono, misma protagonista. El final, sin embargo, es distinto. No hay un truco para disimular un labio inflamado. La bloguera anima a la adolescente a denunciar el maltrato y le informa del número de teléfono (016) en el que puede pedir ayuda. La agencia que ideó y desarrolló la estrategia, La Despensa, deci- dió alejar el tono de estos clips del lenguaje publicitario. Era una forma de ganar efectividad. Las blogueras utilizan sus formas de siempre, aunque en esta ocasión emplean palabras y expresio- nes pronunciadas, realmente, por chicas maltratadas. La lección. ¿Qué pueden aprender las marcas de la comunicación 2.0? Los gobiernos no tienen la solución de muchos temas que interesan realmente a los ciudadanos. Las empresas, tampoco. Dice Javi Creus, fundador de Ideas for Change, que, ante estas carencias, los ciudadanos más capaces se organizan para resolver juntos los asuntos que realmente les interesan. Y lo hacen de igual a igual. Peer to peer. Es lo que Creus llama innovación optimista. Así han creado plataformas como Ushahidi o The Good Gym. La primera recoge denuncias de crímenes y abusos para que otras personas puedan conocerlos y, entre todos, luchar contra ellos. La segunda reúne a personas que piensan que dejar su energía en una bici elíptica, en un gimnasio, es un desperdicio. En su lugar, practican jogging mientras hacen la compra a un anciano o prac- tican ejercicio cardiovascular subiendo y bajando las escaleras 26 Dios 2.0 de un colegio mientras bajan escombros para reformar las insta- laciones. Thegoodgym.org gestiona las actividades de los volun- tarios en la ciudad de Londres. Virgin, por ejemplo, entendió la filosofía de estos ciudadanos avanzados y les ayudó a crear una plataforma para compartir taxis desde el aeropuerto hasta la ciudad. La compañía lo llamó Taxi2 y lo definió como co-innovación de los usuarios y Virgin Atlantic. Los viajeros entran en www.taxi.to y se ponen de acuerdo con otros individuos para compartir taxi cuando lleguen a su destino. Minimizan costes y reducen la contami- nación ambiental. La lección no acaba aquí. Hay otro factor nada desdeñable. En un mundo conectado, donde la comunicación ya no es vado privado de cuatro medios y cuatro marcas, cualquier persona con talento e iniciativa puede abrir un negocio. Es más, un negocio de tu competencia. La generalización de las redes sociales ha provocado la proliferación de pequeños negocios que solo necesitan un perfil de Facebook y una cuenta de Twitter para dar a conocer su actividad. Es el caso de Grandma Republic. La típica historia de esa mujer a la que todo el mundo dice: “Qué bufandas tan bonitas haces. Deberías venderlas”, acabó en un negocio que nació y creció en las redes sociales mostrando sus productos y conversando con sus fans. Antonia Cabrera hacía prendas de punto. Un día, con la ayuda de sus hijos, abrieron un perfil en Facebook. Pensaron en un nombre y así nació la marca: Grandma Republic. Empezaron a colgar fotos de los gorros, los guantes, las muñecas... y anuncia- ron una promoción: Si te haces fan, te regalamos unos pendien- tes de punto. No necesitaron tienda física, ni siquiera web. Empezaron a vender en esta red s