Por: Lupus Felis
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Por: Lupus Felis
“… y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.”
Un hecho conmocionante se convierte en historia luego en leyenda y la leyenda transmitida a través de las generaciones se convierte en mito. Por tanto un mito no es una creencia de carácter imaginario, inventada caprichosamente para explicar el origen del universo o del hombre. Un mito tiene su origen en un hecho real, registrado para la posteridad en la memoria colectiva de un pueblo.
Desde Sumeria hasta Egipto, de Babilonia hasta Grecia, desde la India a Tiawanaku y Teotihuacan, la Mitología habla de aquellos que llegaron del cielo, surcando el firmamento en carros de fuego y fueron llamados dioses.
Se atribuye a Ellos la creación del hombre tal como lo conocemos, la enseñanza de la agricultura, la astronomía, la arquitectura, las ciencias, las artes, el placer sexual y el manejo del alma.
Es evidente que aquellos que vinieron del cielo, guardan semejanza muy estrecha con quienes hoy llamamos extraterrestres; y parece absurdo que seres superiores a nosotros,- ¡ nuestros creadores!- secuestren personas, mutilen ganado, y conspiren contra la humanidad a través de organizaciones poderosas económicamente, y que han infiltrado a los ejércitos y los gobiernos de naciones poderosas.
Para entender el fenómeno, el comportamiento y el propósito de los“ extraterrestres”,-que son los nephilim seraphim de los mitos hebreos- en relación a nosotros, como premisa fundamental, deberemos aceptar que el orden natural de la materia responde a un principio inteligente, principio corroborado por la mitología, como única posibilidad a desarrollar. La alternativa sería alinearnos en el ejército de las casualidades consecutivas, del Gran
Azar del racionalismo, huérfano de memoria, de minne.
La mayoría de nosotros carece de conocimientos en lenguas antiguas; pero esto no significa que estemos privados de sentido común y de inteligencia, para evaluar la información que nos llega desde la noche de los tiempos a través de los mitos de culturas arcaicas, traducidos por algunos pocos estudiosos que las publican evitando empañarlas con algún tinte moral o religioso.
Sin contradecir al relato bíblico, monoteísta en apariencia, mitos y leyendas relatan que un homínido natural del planeta fue mutado y luego educado para desarrollar culturas, por un grupo de seres llegados de las estrellas. Que para que la mutación fuera exitosa, tuvieron que mezclar“ su esencia” con la del homínido, y que luego sobrevino una era dorada bajo su reinado que duró milenios, tras los cuales surgieron la rebelión, la guerra y la destrucción por causa del control del ser humano.
La peculiaridad de la Biblia, fuera de su indiscutible tinte moral; es que resalta o da a entender que la historia de la humanidad es“ importante” a partir del diluvio, y del pacto de una deidad con un grupo humano. Lo anterior“ no es importante”, a excepción de la culpabilidad de Eva y la pobre conciencia del homínido creado, por haber“ comido del conocimiento”, como justificativo de la miseria y dolor humanos.
Los primeros capítulos del génesis son una síntesis sofisticada,( en el sentido de la palabra sofisticar que significa carente de naturalidad, falsear, engañar mediante sofismas que son falsos razonamientos para inducir el error) de la historia trascendente y metafísica del origen, legada por generaciones desde la más remota antigüedad, adoptada y sofisticada luego por los hebreos a su visión particular.
Los escribas, luego de muy pocas líneas de verdadera importancia, dejan a la posteridad un relato de las generaciones y vivencias del grupo humano“ elegido” por un dios celoso de otros, y educado a punta de terror, prohibiciones y amenazas, para su futura y feliz finalidad: Una esclavitud consentida y al servicio del dios que se autodenomina Único, a cambio del dominio sobre el resto de las naciones bajo el mando de un rey ungido, un Messiah, y la propiedad del planeta entero.
Es decir, el equivalente a sugerir que el nacimiento, la niñez y la adolescencia de millones de individuos no cuentan; y que lo más apropiado para todos, es la educación de solo unos miles de ellos, como reyes-sacerdotes de una futura sociedad adoradora y temedora del dios Único.
La comparación es algo torpe, pero se aplica, puesto que el período de la raza humana antes del diluvio fue mucho más extenso que el posterior. El nacimiento y la niñez de nuestra especie es la más importante y trascendente, ya que en ella se depositaron los basamentos psicológicos y físicos fundamentales; entre los cuales, estoy seguro, el psicológico es el prioritario. Y digo que es prioritario porque no es lo mismo saber que se es hijo de Pepe y Rosalía, creer ser hijo sólo de Pepe o algún hermafrodita, o comprobar que se fue generado en un laboratorio a partir de un ovulo y espermatozoides donados por extraños y de diferente especie mediante genética, y gestado luego en el vientre de una desconocida. Física y psicológicamente no es lo mismo.
Partiendo de esta premisa, si la humanidad hubiese seguido el camino psicológico-cultural-religioso de Babilonia, Egipto o Esparta; la psicología del humano en general hubiera direccionado la meta de la civilización y del individuo hacia un objetivo común y claro: El regresar a esa condición ideal y original. En otras palabras, si hoy creyéramos y supiéramos mediante la historia y la ciencia que somos hijos de dioses inmortales, nuestra meta sería lógicamente ser dioses y también inmortales.
Míticamente ese fue el motivo de la expulsión del paraíso; el pretender ser como nuestros padres, o medios padres, los nephilim, a instancias o por
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