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Hace rato que el estrellato mediático del cocinero dejó de ser lo más importante en las tarimas de Sabor Barranquilla. Si bien el encuentro invita a los cocineros del momento en el país y de otras latitudes, el centro de sus actividades cuando suben a preparar una receta a la tarima principal –o en los salones– ya no es lucirse o deslumbrar con la habilidad culinaria, sino transmitir mensajes importantes sobre los valores representados a través de la cocina. PUBLICIDAD En el desfile de invitados a tarima, ante el público de Barranquilla, el chef Álex Quessep, que se ha convertido casi en un eterno anfitrión del evento (aunque es de Sincelejo), subió a la tarima con la cocinera tradicional Chori Agamez. En esta interacción, la cocinera santandereana le enseñó al público los secretos para preparar y, sobre todo, envolver un bollo –con dobleces cuidadosos que generan formas diversas–. Además de dejar claro que hasta la forma de envolver en hoja es un valor a proteger de nuestra cocina, Quessep después diría de la forma como interactuó en tarima con la cocinera tradicional, en la que resaltó el valor del conocimiento que traía Agamez, tiene que ver con su filosofía de vida, de dar un paso al costado para abrirle camino a las personas poseedoras del conocimiento tradicional (y también a los jóvenes en otros escenarios). Mientras esto ocurría, en la programación de los salones de conferencias, Óscar González, ‘el chef de las papas nativas’, presentaba lo que podía hacer con papas de vetas de colores diversos. Desde platos considerados de comida callejera hasta elaboraciones para ofertas a manteles o incluso innovaciones como un helado de papa. Más allá de la sorpresa de este helado o del cambio de la yuca por papa en la receta de un enyucado –convertido en un ‘enpapado’–, González resaltó el valor de mantener el nombre que el campesino le daba a cada variedad de papa, porque la tradición siempre tenía una razón de ser. Más adelante, en el escenario principal se dio la interacción entre tradición y juventud, encarnada en la presentación del cocinero Pincho Padilla y su hija, la chef Carmen Padilla. Padre e hija le dieron un carácter de alegre cocina familiar a la tarima. Decidieron mostrar cómo a través de las generaciones unos mismos ingredientes van produciendo diferentes platos. El cayeye (una receta de puré de plátano) como lo hacía la abuela de Pincho, el que hacía el chef en su restaurante y la receta que hace la hija ahora en su propio restaurante: “Es el mismo cayeye, pero con creación, con su locura”, describiría el padre la nueva receta en un tono coloquial que se ganó en muchos momentos el aplauso de la gente. Padre e hija, así como los cocineros Fabián Ramírez y Santos Reyes (hijo y madre), que también se presentaron en tarima al día siguiente, hicieron parte de la representación del Magdalena, departamento invitado de honor. En ambos casos quedó claro el mensaje de que la fortaleza de la cocina colombiana está en las raíces locales y familiares, más que en lo que viene del exterior.