La masacre provocó un debate sobre las leyes de control de armas, las subculturas y el acoso. Derivó en un mayor énfasis en la seguridad de las escuelas con políticas de cero tolerancia, y un pánico moral sobre la cultura gótica, la cultura de las armas, los marginados sociales (aunque los perpetradores no eran excluidos), el uso de antidepresivos farmacéuticos por los adolescentes, el uso de excesivo de Internet.