En 1876 logró que se aprobara la Ley de Inmigración (más
conocida como Ley Avellaneda), que prometía tierras y trabajo
a los campesinos europeos. Un año después se aprobó,
igualmente gracias a su iniciativa, una ley de amnistía general
que supuso que pudieran regresar al país muchos opositores
políticos y que permitió apaciguar a los seguidores de Mitre.
Durante su mandato, la economía del país vivió una notable
recuperación, en la que tuvieron mucho que ver el impulso
que dio a la red de ferrocarriles (pieza esencial para la
integración del territorio argentino), su política de austeridad,
el citado fomento de la inmigración y el inicio de la
exportación de carne congelada.
En febrero de 1876 se firmó la paz definitiva con Paraguay,
que ponía punto y final a la guerra de la Triple Alianza, cuyos
combates habían acabado cinco años antes. El denominado
Tratado Machaín-Irigoyen, signado por los ministros de
Relaciones Exteriores de ambos países (el paraguayo
Fernando Machaín y el argentino Bernardo de Irigoyen),
dictaminó que el límite fronterizo entre ambos países
quedaba fijado en el río Pilcomayo.