SEMANA: ¿Y siendo adulta?
T.G.: En el amor. Me tocó resistir el rechazo de
las familias de algunas parejas. Hubo una
historia muy importante que no pudo ser
porque yo era negra; y yo fui quien se retiró. El
amor cuando no es aceptado por la familia se
vuelve una tragedia, un obstáculo que muy
pocas veces se puede saltar.
SEMANA: ¿Cómo logró blindarse contra el
resentimiento?
T.G.: Primero, renuncié a la Iglesia católica
cuando descubrí que ahí estaba el mayor
racismo. Mi papá quería matricularme en el
colegio de las carmelitas, que me fascinaba, y no
pude entrar porque era negra. Desde eso no
volví a misa. Pero uno no se puede quedar
resentido toda la vida, también me he
encontrado con gente maravillosa en la Iglesia
católica que no piensa así.
SEMANA: Entonces se dedicó a hacer su propia
búsqueda espiritual…
T.G.: Yo soy muy mística, he tenido una
búsqueda interna muy grande. Así me llegaron
mensajes como el del gran maestro
Paramahansa Yogananda, que alguna vez dijo: