Portaligas #03 - Invierno 2017 | Page 21

Desde que uno juega las primeras pichangas con los amigos del barrio, o los compañeros de colegio, existe esa falacia futbolera de que el malo siempre va al arco. Se arma el equi- po, nadie se ofrece, y casi por inercia todos coinciden en que el más limitado ataja. Para muchos es una posición aburri- da. Porque mientras todos se matan corriendo detrás de la pelotita y haciendo goles, el arquero solo observa como los demás se divierten. Es cierto, a veces pasa que ni le llegan, pero no siempre es el peor de la cancha. Porque el fútbol no es solo moverse dentro de un campo de juego, tirar un enganche y perseguir un balón. Es mucho más que eso. El buen fútbol se constru- ye y se elabora, y no hay otro que tenga una mejor visión de juego que el propio arquero, que tiene toda una cancha a su merced. Él es quien puede entender mejor el juego y comunicarse con sus compañeros para ordenarlos. Ser arquero es observar el fútbol desde otra perspectiva. Es una posición exclusiva donde solo uno juega, se viste dife- rente al resto y de él depende que al equipo no le entren goles. Pasará un largo rato en que no se mueva, pero ahí tiene que estar. Alerta, vivito. Por eso es tan difícil ser arquero. Una mala y te liquidan. Un error te cuesta un gol, un partido o un campeonato. Solo los valientes se paran bajo los tres postes. Algunos siempre quisieron atajar y otros lo hicieron por descarte. Muchos tenían las condiciones y otros se fueron puliendo en el camino. Son todas historias distintas pero que, cuando suena el pitazo inicial, se viven de igual forma. Porque los arqueros conocen su responsabilidad. Son juga- dores distintos, son determinantes.