POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS Hemingway,Por quien doblan las campanas (1) | Page 63
—Entonces vete ye... en ti mismo –dijo Pilar, sin irritarse.
—Y en tu madre –replicó Agustín.
—Tú no has tenido nunca madre –le dijo Pilar; los insultos habían
alcanzado esa extremada solemnidad española, en que los actos ya no son
expresados, sino sobrentendidos.
—¿Qué es lo que hacen ahí dentro? –preguntó Agustín a Pilar
confidencialmente.
—Nada –contestó Pilar–; nada. Después de todo, estamos en primavera,
animal.
—¿Animal? –preguntó Agustín paladeando el piropo–. Animal. Y tú, hija de
la gran p... Me c... en la leche de la primavera.
—Lo que es a ti –dijo ella, riendo con estrépito– te falta variedad en
tus insultos. Pero tienes fuerza. ¿Has visto los aviones?
—Me c... en la leche de sus motores –contestó Agustín, levantando la
cabeza y mordiéndose el labio inferior.
—No está mal –dijo Pilar–. No está mal, aunque es difícil de hacer.
—A esa altura, desde luego –dijo Agustín, sonriendo–. Desde luego. Pero
vale más reírse.
—Sí –dijo la mujer de Pablo–; vale más reírse. Tú eres un tío que tiene
redaños y me gustan tus bromas.
—Escucha, Pilar –dijo Agustín, y hablaba ahora seriamente–. Algo se está
preparando. ¿No es cierto?
—¿Qué es lo que piensas?
—Que todo esto me huele muy mal. Esos aviones eran muchos aviones, mujer;
muchos aviones.
—Y eso te hace cosquillas, como a otros, ¿no?
—¿Qué crees tú que es lo que preparan?
—Escucha –dijo Pilar–, puesto que envían a un mozo para lo del puente, es
que los republicanos preparan una ofensiva. Y los fascistas se preparan
para recibirla, ya que envían aviones. Pero ¿por qué exponer a sus
aviones de esta manera?
—Esta guerra –dijo Agustín– es una mierda.
—Sí que lo es –dijo Pilar–. Si no lo fuera, no estaríamos aquí.
—Sí –dijo Agustín–, estamos nadando en mierda desde hace un año. Pero
Pablo es astuto. Pablo es muy astuto.
—¿Por qué dices eso?
—Lo digo porque lo sé.
—Pero tienes que comprender –explicó Pilar– que es demasiado tarde para
salvarnos sólo con eso, y él ha perdido todo lo demás.
—Lo sé –dijo Agustín–, y sé que tendremos que irnos. Tenemos que ganar
para sobrevivir y es necesario volar el puente. Pero Pablo, para ser lo
cobarde que se ha vuelto ahora, sigue siendo muy listo.
—Yo también lo soy.
—No, Pilar –dijo Agustín–; tú no eres lista; tú eres valiente, tú eres
muy leal. Tú tienes resolución. Tú adivinas las cosas. Tienes mucha
resolución y mucho coraje. Pero no eres lista.
—¿Lo crees así? –preguntó la mujer, pensativa.
—Sí, Pilar.
—El muchacho es listo –dijo la mujer–. Listo y frío. Muy frío de la
cabeza.
—Sí –dijo Agustín–; tiene que conocer su trabajo; si no, no se lo
hubieran encargado. Pero no sé si es listo. Pablo sí que sé que es listo.
—Pero no vale para nada por culpa de su cobardía y de su falta de
voluntad para la acción.
—Sin embargo, a pesar de todo, sigue siendo listo.
—¿Y tú qué dices de todo esto?