POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS Hemingway,Por quien doblan las campanas (1) | Page 6
todo, es una operación con muchas probabilidades. Me siento más optimista
de lo que suelo sentirme. Puede tener éxito si se elimina el puente.
Podemos ocupar Segovia. Mire, le explicaré cómo se han preparado las
cosas. ¿Ve usted este punto? No es por la parte más alta del puerto por
donde atacaremos. Ya está dominado. Mucho más abajo. Mire. Por aquí...
—Prefiero no saberlo –repuso Jordan. –Como quiera –accedió Golz–. Así
tiene usted menos equipaje que llevar al otro lado.
—Prefiero no enterarme. De ese modo, ocurra lo que ocurra, no fui yo
quien habló.
—Es mejor no saber nada –asintió Golz, acariciándose la frente con el
lápiz–. A veces querría no saberlo yo mismo. Pero ¿se ha enterado usted
de lo que tiene que enterarse respecto al puente? –Sí, estoy enterado.
—Lo creo –dijo Golz–. Y no quiero soltarle un discurso. Vamos a tomar una
copa. El hablar tanto me deja la boca seca, camarada Jordan. ¿Sabe que su
nombre es muy cómico en español, camarada Jordan?
—¿Cómo se dice Golz en español, camarada general? –Hotze –dijo Golz,
riendo y pronunciando el sonido con una voz gutural, como si tuviese
enfriamiento–. Hotze –aulló–, camarada general Hotze. De haber sabido
cómo pronunciaban Golz en español, me hubiera buscado otro nombre antes
de venir a hacer la guerra aquí. Cuando pienso que vine a mandar una
división y que pude haber elegido el nombre que me hubiese gustado y que
elegí Hotze... General Hotze. Ahora es demasiado tarde para cambiarlo.
¿Le gusta a usted la palabra partizan?
Era la palabra rusa para designar las guerrillas que actúaban al otro
lado de las líneas.
—Me gusta mucho –dijo Jordan. Y se echó a reír–. Suena agradablemente.
Suena a aire libre.
—A mí también me gustaba cuando tenía su edad –dijo Golz–. Me enseñaron a
volar puentes a la perfección. De una manera muy científica. De oído.
Pero nunca le he visto *hacerlo a usted. Quizás, en el fondo, no ocurra
nada. ¿Consigue volarlos realmente? –Se veía que bromeaba–. Beba esto –
añadió, tendiéndole una copa de coñac–. ¿Consigue volarlos realmente? –
Algunas veces.
—Es mejor que no me diga «algunas veces» ahora. Bueno, no hablemos más de
ese maldito puente. Ya sabe usted todo lo que tiene que saber. Nosotros
somos gente seria, y por eso tenemos ganas de bromear. ¿Qué, tiene usted
muchas chicas al otro lado de las líneas?
—No, no tengo tiempo para chicas.
—No lo creo; cuanto más irregular es el servicio, más irregular es la
vida. Tiene usted un servicio muy irregular. También necesita usted un
corte de pelo.
—Voy a la peluquería cuando me hace falta –contestó Jordan. «Estaría
bonito que me dejase pelar como Golz», pensó–. No tengo tiempo para
ocuparme de chicas –dijo con acento duro, como si quisiera cortar la
conversación–. ¿Qué clase de uniforme tengo que llevar? –preguntó.
—Ninguno –dijo Golz–. Su corte de pelo es perfecto. Sólo quería gastarle
una broma. Es usted muy diferente de nosotros –dijo Golz, y volvió a
llenarle la copa–. Usted no piensa en las chicas. Yo tampoco. Nunca
pienso en nada de nada. ¿Cree usted que podría? Soy un general
soviétique. Nunca pienso. No intente hacerme pensar.
Alguien de su equipo, que se encontraba sentado en una silla próxima,
trabajando sobre un mapa en un tablero, m'urmuró algo que Jordan no logró
entender.
—Cierra el pico –dijo Golz en inglés–. Bromeo cuando quiero. Soy tan
serio, que puedo bromear. Vamos, bébase esto y lárguese. ¿Ha comprendido,
no? –Sí –dijo Jordan–; lo he comprendido. Se estrecharon las manos, se
saludaron y Jordan salió hacia el coche, en donde le aguardaba el viejo