POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS Hemingway,Por quien doblan las campanas (1) | Page 27

había un águila disecada por un disecador de Avila, con las alas extendidas y los ojos amarillentos, tan verdaderos como si fueran los ojos de un águila viva. Era una cosa muy hermosa de ver, y me gustaba mucho mirarla. —Lo creo –dijo Jordan. —En la puerta de la iglesia de mi pueblo había una pata de oso que maté yo en primavera –prosiguió Anselmo–. Le encontré en un monte, entre la nieve, dando vueltas a un leño con esa misma pata. —¿Cuándo fue eso? —Hace seis años. Y cada vez que yo veía la pata, que era como la mano de un hombre, aunque con aquellas uñas largas, disecada y clavada en la puerta de la iglesia, me gustaba mucho verla. —Te sentías orgulloso. —Me sentía orgulloso acordándome del encuentro con el oso en aquel monte a comienzos de la primavera. Pero cuando se mata a un hombre, a un hombre que es como nosotros, no queda nada bueno. —No puedes clavar su pata en la puerta de la iglesia –dijo Jordan. —No, sería una barbaridad. Y sin embargo, la mano de un hombre es muy parecida a la pata de un oso. —Y el tórax de un hombre se parece mucho al tórax de un oso –comentó Jordan–. Debajo de la piel, el oso se parece mucho al hombre. —Sí –agregó Anselmo–. Los gitanos creen que el oso es hermano del hombre. —Los indios de América también lo creen. Y cuando matan a un oso le explican por qué lo han hecho y le piden perdón. Luego ponen su cabeza en un árbol y le ruegan que los perdone antes de marcharse. —Los gitanos piensan que el oso es hermano del hombre porque tiene el mismo cuerpo debajo de su piel, porque le gusta beber cerveza, porque le gusta la música y porque le gusta el baile. —Los indios también lo creen –dijo Jordan. —¿Son gitanos los indios? —No, pero piensan las mismas cosas sobre los osos. —Ya. Los gitanos creen también que el oso es hermano del hombre porque roba por divertirse. —¿Eres tú gitano? —No, pero conozco a muchos, y, desde el Movimiento, a muchos más. Hay muchos en las montañas. Para ellos no es pecado el matar fuera de la tribu. No lo confiesan, pero es así. —Igual que los moros. —Sí. Pero los gitanos tienen muchas leyes que no dicen que las tienen. En la guerra, muchos gitanos se han vuelto malos otra vez, como en los viejos tiempos. —No entienden por qué hacemos la guerra; no saben por qué luchamos. —No –dijo Anselmo–; sólo saben que hay guerra y que la gente puede matar otra vez, como antes, sin que se le castigue. —¿Has matado alguna vez? –preguntó Jordan, llevado de la intimidad que creaban las sombras de la noche y el día que habían pasado juntos. —Sí, muchas veces. Pero no por gusto. Para mí, matar a un hombre es un pecado. Aunque sean fascistas los que mate. Para mí hay una gran diferencia entre el oso y el hombre, y no creo en los hechizos de los gitanos sobre la fraternidad con los animales. No. A mí no me gusta matar hombres. —Pero los has matado. —Sí, y lo haría otra vez. Pero, si después de eso sigo viviendo, trataré de vivir de tal manera, sin hacer mal a nadie, que se me pueda perdonar. —¿Por quién? —No lo sé. Desde que no tenemos Dios, ni su Hijo ni Espíritu Santo, ¿quién es el que perdona? No lo sé.