1998-Actualidad: la globalización del populismo
Hugo Chávez (centro) junto a la presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner y al presidente de Bolivia Evo Morales (2009).
La victoria de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de Venezuela de 1998 abrió la llamada tercera ola del populismo latinoamericano caracterizado esta vez por ser un populismo de izquierda, y que al volver a utilizar la retórica del americanismo y del antiimperialismo enlazaba con la primera ola del populismo latinoamericano, aunque se diferenciaba claramente de ella en cuanto que sus líderes se presentan como izquierdistas radicales y no como superadores de la división izquierda/derecha como Perón, Getulio Vargas o Velasco Ibarra en los años 1930 y 1940. Al triunfo de Chávez le siguieron el de Evo Morales en Bolivia (2006), Rafael Correa en Ecuador (2007) y Daniel Ortega (2007) en Nicaragua. Todos ellos han recurrido a alguna forma de socialismo como «ideología huésped» hasta el punto de que el partido fundado por Evo Morales se ha llamado Movimiento al Socialismo (MAS) y el fundado por Chávez Partido Socialista Unido de Venezuela. Todos ellos critican el neoliberalismo, aplicado en América Latina en las dos décadas finales del siglo XX uno de cuyos efectos había sido el aumento de la desigualdad, y proponen una alternativa social dirigida especialmente a las poblaciones pobres. Así, como han destacado Mudde y Rovira Kaltwasser, «estos líderes han desarrollado un concepto de pueblo puro incluyente que abarca a todas las personas excluidas y discriminadas», como se puede comprobar especialmente en el discurso «etnopopulista» de Evo Morales. Y en cuanto a la elite corrupta la identifican con el establishment que había gobernado hasta entonces, por lo que según los populistas de la tercera ola habría llegado la hora de «devolver la soberanía al pueblo», de ahí que nada más llegar al poder promovieran un cambio constitucional.47 Por otro lado, en 2018 volvió a irrumpir en la escena política latinoamericana el populismo de derecha con la victoria en las elecciones presidenciales de Brasil de 2018 del ultraderechista Jair Bolsonaro.48
En Estados Unidos en la primera década del siglo XXI surgieron dos movimientos populistas de signo diferente ―el movimiento populista de izquierda Occupy Wall Street y el populista de derecha Tea Party―. Sin embargo, ambos coincidían en que pretendían dar respuesta a las graves consecuencias sociales de la Gran Recesión iniciada en 2008 por lo que compartían algunos rasgos como su oposición radical al rescate bancario acordado por el presidente republicano George W. Bush y continuado por el demócrata Barack Obama, además de que ambos decían defender «Main Street» (el «pueblo sano») contra «Wall Street» (la «elite corrupta»). El movimiento Occupy Wall Street se dio a conocer con la ocupación de Zuccotti Park en pleno corazón del distrito financiero de Manhattan y con su retórica de la defensa «del 99%», el pueblo americano perjudicado por la crisis, y «el 1%», la corrupta elite económica, política y mediática ―retórica que fue asumida en gran parte por el candidato de las primarias demócratas de 2016 Bernie Sanders―. Por su parte el ultraconservador movimiento del Tea Party, uno de cuyos miembros más destacados fue Sarah Palin ―candidata a la vicepresidencia en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2008―, ha recurrido al producerism para exaltar a la mayoría «productiva» frente a la elite «improductiva» que identifica con los banqueros, el Partido Demócrata y Hollywood. Muchas de sus propuestas fueron asumidas por el republicano Donald Trump que ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016 y cuya campaña electoral, que combinó nativismo y autoritarismo y consignas anti-establishment, estuvo dirigida por Steve Bannon, un ultraderechista próximo al Tea Party. En uno de sus discursos de campaña Trump dijo: «Nuestro movimiento quiere sustituir un establishment político fallido y corrupto por un nuevo Gobierno controlado por vosotros, el pueblo americano».49