LA OPINIÓN DE... ESTHER MARCO
El 22 de Octubre ha cambiado un deporte. Se ha borrado una leyenda. El ciclismo ha sufrido la aparición de una mancha negra –o quizás la ha borrado-.
Y es que la Unión Ciclista Internacional (UCI) ha decidido sancionar de por vida al estadounidense Lance Armstrong y quitarle sus 7 Tours de Francia logrados entre 1999 y 2005. ¿El motivo?
El ciclista ha sido el protagonista del programa de dopaje más sofisticado y profesionalizado de todos los tiempos. Ante este escenario, si aplicásemos la lógica, tendrían que aparecer 7 nuevos vencedores de estos Tours que ya no corresponden al americano.
Pero la realidad es otra y bien diferente. La USADA ha abogado por dejar desiertos los títulos al asegurar que 20 de los 21 ciclistas que subieron al podio de París en esos años están directamente relacionados con el dopaje.
Por lo tanto, aparece en el mundo del deporte un palmarés que queda en blanco, vacío, desocupado. Una competición de la que nadie parece ser el digno ganador.
¿Esto significa que el Tour cree que todos sus participantes han competido de forma sucia?
Porque con que simplemente uno haya competido limpiamente debería ser el ganador.
Es muy duro -y quiero pensar que injusto- tratar a todos por igual. Con Lance se descubrió una bonita historia que manifestaba superación.
Demostró ser un hombre que transformó su cáncer en gasolina –y eso que las bicicletas no la necesitan- para subir a lo más alto una vez, y otra, y otra… Ahora nos cuentan que sus 7 triunfos son una mentira.
¿Hay más farsas en esta historia? La primera es la del valor de los test antidoping. Lance ha pasado más de 500 pruebas después de sus carreras y nunca –jamás- ha dado un positivo. O bien hay gato encerrado en estas pruebas o realmente no sirven al 100% para comprobar si un deportista está dopado.
El ciclismo y más exactamente el Tour necesitan pasar página –incluso mejor, cambiar de libro- para empezar a luchar por un deporte limpio. ¿Por qué? Porque existe y porque lo merece. ¿Quién? El deporte.
La opinión de... Esther Marco