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“Puedes cambiar de mujer, puedes cambiar de ideas, puedes cambiar de casa, de héroes, de trabajo, puedes cambiar de división, puedes cambiar de amigos, de vida, y puedes cambiar hasta de corazón, pero hay algo de lo nunca podrás cambiar, de camiseta.” Es posible que nuestro protagonista nunca haya escuchado similar cita a lo largo de su carrera, igual de posible es que fuera lo primero que se repetía cada mañana cuando abría los ojos, lo único cierto es que bien podría haber sido enunciada, y nadie se hubiera extrañado jamás de ello, por Matt Le Tissier. Matthew Paul Le Tissier, jugador de fútbol para unos, y mesías para otros, alguien capaz de que si le hubieran hecho bolsillos en los pantalones de fútbol para meter las manos durante los partidos nadie se hubiera extrañado, pero que a la vez era capaz de reunir a 32.000 devotos cada 15 días durante una hora y media en un estadio, esperando que en cualquier momento se produjera ese chispazo, esa obra de arte divina, que confirmara a los feligreses que dios existe, le gusta el fútbol, lucía camiseta rojiblanca, calzón negro, y llevaba el siete a la espalda del Southampton. Nacido el 14 de octubre de 1968 en Saint Peter Port, isla de Guernsey, una de las islas del Canal de La Mancha, algo que le permitiría tiempo después poder ser convocado por cualquiera de las Federaciones de Fútbol del Reino Unido (Escocia, Inglaterra, Gales o Irlanda del Norte), llegaría a Southampton en 1986 con 18 años, para no salir nunca más y convertirse en “Le God” para los casi trescientos mil vecinos de Southampton, que le consideraban un ángel bajado del cielo, un mesías, una consideración que permanece en la historia y que es sencillo comprobar, cuando en la gran mayoría de los accesos de la ciudad conocida como ciudad de los santos, uno puede leer cientos de leyendas que rezan: ‘Welcome to Southampton, you’re entering the country from Le God‘. [Bienvenido a Southampton. Está usted entrando en el país del Dios]. Centrocampista creativo, dotado de una técnica exquisita, carrera limpia con el balón siempre controlado, aunque sin demasiada velocidad, ni ritmo, tampoco luchaba cada balón dividido y tenía serios problemas para marcharse de su marcador en velocidad.
Cabeza arriba e inteligencia. Fintas, vaselinas, regates excelsos y una gran visión de juego, un disparo maravilloso con ambas piernas, perfecto lanzador de penaltis, sólo falló uno de cuarenta y nueve en su carrera deportiva (Mark Crossley del Forest se lo paró el 24/03/1993), y temible en las faltas directas. Su toque era estético y siempre buscando la innovación. Matt tenía precisión de cirujano en su pierna derecha,
dibujando pases de 40 metros que provocaban el asombro del público, y el temor de los rivales.
“Su talento era simplemente algo fuera de la normal. Podía regatear a los últimos siete u ocho jugadores sin velocidad y acababa asistiendo o marcando como si fuera paseando. Para mí, él era sensacional“. Dijo de él en su día Xavi Hernández, algo a lo que el gran Matt contestaría con humor: “Cuando leí que era uno de los ídolos de Xavi, pensé en hacerme una camiseta que pusiera ’Xavi Loves Me’“. Le Tissier además era un especialista en goles espectaculares, algo que hizo que la prensa le bautizara como ‘Mister Le’, y sus aficionados como “Le God”. Un ex compañero y gran leyenda del fútbol británico como Alan Shearer, llego a decir de él: “No era un jugador de marcar muchos goles, sino un jugador de marcar grandes goles”. Sin embargo Matt pertenecía a esa especie de jugador que queda extraño le pongas en la época que le pongas, un jugador intemporal y contemporáneo, alguien que era un islote de calidad en un fútbol inglés duro, áspero, físico, alguien que aunaba en una misma figura la misma dosis de calidad que de vaguedad y dejadez. Como el mismo dijo en su día: “Me llamaban Le God, pero podría haber sido Matt The Fat”.“Bebía tanta cerveza antes de los partidos que a veces me pesaba el culo.También me pasaba con las hamburguesas y el chili”.
Jugador desgarbado, con tendencia a engordar, que obviamente no sería elegido nunca como modelo de ropa interior, y que cuenta la leyenda que un día tuvo que retirarse de un entrenamiento tras sufrir un empacho por el alto número de salchichas y muffins que había comido antes de vestirse de corto. Pero fue por su fidelidad al club, a unos colores, a una ciudad, por lo que de verdad ha pasado Le Tissier a la historia. Un romántico de los que no quedan, y de los que ha habido pocos, uno de esos casos excepcionales de jugadores que nacen, pelean y se retiran en un mismo equipo, siempre lejos de cualquier tentación económica. Cuando ser mejor significa cobrar más, cuando la diferencia entre los buenos y los malos la marca una cifra en tu cuenta corriente, cuando tu futuro puede arreglarse con un gran contrato, y el dinero es el signo más claro de poder y de caché, ser capaz de rechazarlo es una decisión de valentía y romanticismo. Él nunca podrá presumir de haber jugado en los mejores equipos del mundo, ni las competiciones más prestigiosas, ni en algunos de los estadios más emblemáticos. No podrá presumir de haber peleado nunca por la liga, y sus vitrinas jamás tendrán trofeos importantes. Lejos de ambicionar ganar Ligas o Copas, su mayor desafío era mantener a su equipo en la máxima categoría
INOLVIDABLES - Matthew Le Tissier