PERSONAJES
C ésar del V asto
HISTORIADOR
PA N A M Á
E se chombo llamado
GUEVARA
(parte I de II)
En su segundo viaje por el continente (1953-54), que
realiza con Carlos Calica Ferrer, Ernesto Guevara
conoce a otros paisanos de la Universidad de La Plata:
Andro Herrero, Óscar Valdovinos, Ricardo Rojo y
Eduardo Gualo García.
C
alica se fue, por una oferta
de trabajo. Rojo y Valdovi-
nos toman el primer barco
a Panamá; Gualo y él parten el 31 de
octubre de 1953: «Llegamos sin un
cobre a la ciudad y tuvimos que hacer
de todo para conseguir mangos» le
cuenta por carta Ernesto a su madre.
En su paso por Panamá, Rojo y
Valdovinos, dejan a Benedetti, del
grupo revolucionario de estudiantes
universitarios, informado del arribo de
los dos paisanos, rumbo a Guatemala.
Según Everardo Tomlinson: «Adolfo
Benedetti Evers nos sorprendió con la
noticia de que habían llegado al país,
perseguidos por el gobierno peronista,
dos jóvenes argentinos que necesita-
ban de nuestra ayuda para encontrar
alojamiento y comida mientras durase
su permanencia en Panamá».
La inquietud se apoderó del grupo.
En la mesa del Café Coca Cola —alre-
dedor de la cual se encontraban Isaías
García, Rómulo Escobar, Luis Ayala
Gómez y Adolfo Benedetti— comen-
zaron a trazarse planes de ayuda, pero
todos se estrellaban contra la dura
realidad: la falta de dinero de los inte-
grantes del grupo y las pocas facilida-
des de las que disponían para alojar en
sus propios hogares a los sureños. Ró-
mulo pidió a Everardo que los hospe-
dara en su casa. Él lo consultó con su
Atravesando
suramérica
arriba a
Panamá, el
pelao Ernesto
Guevara a
conocerse
y conocer
amigos
madre y su hermana, que acabaron
aceptando. Los compañeros hicie-
ron una colecta para invitar a los dos
refugiados a un pequeño restaurante
ubicado en la calle C, entre las calles
12 y 13, frente al parque de Santa
Ana, donde servían una sopa de pata
deliciosa al módico precio de treinta
centavos. Así los trasladaron desde
su alojamiento temporal, un edifi-
cio desocupado frente al Café Coca
Cola sin corriente eléctrica ni agua,
donde se alojaba gente que no tenía
otro lugar.
Guevara desde el primer momen-
to fue afable y comunicativo; Gualo
se mantenía altivo, distante, daba
impresión de autosuficiencia. Cuenta
Everardo que, gracias a la locuaci-
dad y calidad humana de Guevara,
sus prejuicios sobre los argentinos
desaparecieron: «su conversación
era amena, pues la matizaba con
anécdotas de la experiencia adquiri-
da en su periplo vital en Argentina.
No tenía, a mi juicio, una ideología
definida. Era, innegablemente, un
hombre muy culto con quien se po-
día hablar sobre diversos temas fue-
ran políticos, literarios o científicos».
Se reunían cada día en el Café Coca
Cola, y la conversación siempre deri-
vaba hacia la política. La mayoría del
grupo estudiantil pertenecía al Círcu-
lo de Estudios Marxistas que dirigía
Moisés Chong Marín, «por lo tanto,
nuestros análisis de la situación na-
cional e internacional se hacían en
forma dialéctica, considerando todos
los factores externos e internos que
pudieran intervenir en ella».
Entendieron que no eran perse-
guidos del peronismo: «La actitud
de Ernesto hacía Perón no es clara y
definitiva».
E l viaje que cambió la vida de un joven doctor
Ernesto en brazos de su
madre, Celia de la Serna
en 1928
8
Ernestito en Rosario.
Che jóven
El Che adopta la pipa como
compañera. Más adelante
se pasará al habano.
“La más famosa fotografía e
icono gráfico del mundo en
el siglo XX”. Foto de Alberto
Díaz (Korda) el 5 / 03 / 1960
En sus brazos, su hijo
Ernesto. A su lado, su hija
Celia en 1965