Periódico Casco Antiguo News Edición 9 - Enero 2017 | Page 7

It was a melodious, caressing voice of souls waiting for something else in life, as if its sounds were directed at those whom it wanted to love or were possessed by a sublime spiritual air, filled with smoke.
ENERO DE 2017
MEMORIA
Green tiene magia
Ella cantaba boleros, noveló ese cubano díscolo Guillermo Cabrera Infante, pero Violeta también hacía magia al permitirle al jazz brillar como una verdadera estrella.
« El jazz, como todo arte, habla un lenguaje universal, accesible para todos y que para aprenderlo no requiere de ningún estudio etnográfico especial. El jazz se apoya musicalmente en dos columnas: la improvisación espontánea y el contacto directo con el público, tal como era común en Europa durante la época de la tragedia griega o de la Commedia dell’ arte, y como hoy sólo se da en el teatro de marionetas o en los estadios de fútbol », nos dice Hans Christoph Buch.
Y ese fue el mar donde nadó a sus anchas. Panamá tiene su porción
de historia en esa cadena de relevos que es el jazz. Para nombrarlos, como convocando sus almas festivas: Luis Carl Rusell, Santi Di Briano, Gene White, Carlos Garnette, Mauricio Smith, Fred Ramdeen, Harold Zaggy Berry, Jimy Maxwell, Danny Clovis, Clarence Martin, Gladstone Bat Gordon, Billy Cobham, Carlos Ward, Víctor Vitín Paz. Y, en el plano de sus pares femeninas: Betty Williamson, Carol Greaves y Bárbara Wilson, por mencionar a los más populares.
Noel Foster Steward establece a Violeta como exponente del jazz bebop y jamm session desde 1948 a 1996. Las jazz sessions se iniciaban desde las once de la noche hasta las nueve de la mañana del día siguiente, todos los fines de semana. Principalmente, actuaban en el salón Kelvin, propiedad de Kelvin Fredricks.
Foster señala a Bárbara Wilson como a otra vocalista de la capital, como parte de los setenta y ocho músicos de jazz sessions.
No me crean, pero algunos entendidos sugieren que Violeta quedó prendada de la voz de Ella Fitzgerald, cuando arribó a nuestro país y se presentó en el Teatro Central durante una semana a mediados de los años cincuenta, y a raíz de ese hechizo inició su relación amorosa con la música de jazz, como ella misma lo manifestó: su modelo musical era Ella.
En fin, por allí circula en la web un homenaje a esta diosa del jazz, elaborado por Gerardo Maloney, donde— manifiesta la cantante— viajó con su voz a Costa Rica, El Salvador, Nicaragua y hasta a los mismos Estados Unidos, interpretando guarachas, boleros, vals, soul, bee-bop, bossa nova,
calipsos y más para deleite de espíritus inquietos.
Y, para esos espíritus, una primicia develada por el único especialista dedicado al estudio profundo de nuestra música popular, Mario García Hudson, quien encontró cuatro temas grabados por nuestra diva, acompañada de la orquesta Los Embajadores, del director Gustavo Escobar. Así es, señores, aún podemos volverla a escuchar, eternamente.

A goddess called

VIOLETA

It was a melodious, caressing voice of souls waiting for something else in life, as if its sounds were directed at those whom it wanted to love or were possessed by a sublime spiritual air, filled with smoke.

« A diva, in addition to singing and performing, has to be a goddess in everyday life.»

María Callas

Some of her few acquaintances have known her since the 1940s, when jazz musician Victor Everton McRae( Victor Boa) and his group( Danny Clovis, Jimmy Maxwell and Boa) discovered and added her in their travel to the joyful sites of distraction for soldiers, on their march to death.

Going forward again, Aby Martinez, another lover of good music, wrote about Violeta’ s masterful companion:“ once, before the age of majority, at the National Club, the Cotton Club of Calidonia.
The main dish, jazz, with laughter from the hunter that does not let the prey escape. Sure blows, sound, spreading melancholic cascades in that long glass bazaar at the bar. That is why I did not hesitate to go to the ceremony of delivery of the keys of the very noble city to the Panamanian universal, Victor Boa.
Now, let’ s go back, like a 33-speed disc. It was the time of World War II, a girl born in 17th Central Street of the capital city, on June 15, the year of the coup d’ etat of the nationalist group Action Communal, nineteen hundred and thirty-one, and her name of baptism was Isabel Green Harris.
Her father figures for the year nineteen hundred and forty-seven as a horn musician in the Central Istmian Band Gamboa, of the Colonial Canal Zone, composed of twenty-one members, mostly from the Antilles.( By ear: the mother of our queen was a pianist).
In love with music, Violeta toured with her magic voice the spaces won for local and international artists. Just mention them for the new generations: Café Kresh, Café Esquire, Jayes Room, Claridge Club and Cool Spot in Colón.
In the dance halls: Tropical Club, Savoy, International, Taboga and Bella Vista. At the level of cabarets, Broadway, Florida, Light House Bar, Saratoga, Monte Carlo, Palm Terrace, Happyland, Rialto, Maxim, Kelly’ s, Monmatre, Casanova, El Refugio, Lido, Gardel, California, Alamo, Arcoiris and Ciro’ s. The bars El Paso, Missouri, Washington and finally the Jardines Atlas, El Rancho, Balboa and Catalina, and the El Encanto and Balboa theaters. In
7