"El amor humano está en capacidad, no sólo de herir el corazón,.. los afectos del alma tienen una gran fuerza para remover los humores y cambiar las cualidades del cuerpo." (San Francisco de Sales, Amoroso desfallecimiento del corazón herido por el amor", p. 387).
Lo que venimos a decir es que comparamos las partituras musicales como un modelo de operación en el manejo de los afectos de nuestra "música" particular, es decir; de nuestra Vida. Por medio del concepto del "tono", utilizándolo en un medio diferente de donde es aplicado en música, entendemos los movimientos del espíritu. Los acordes y las escalas van a ser utilizados para la metáfora musical que serán determinados por nuestras emociones como; las “escalas cromática, la audiovisual” y algunos de los “acordes de colores” que son construidos en nuestra memoria. También, el pintor, con la luz, utiliza únicamente dos “acordes de tres colores”, para la realización de su obra: magenta, amarillo y cyan / verde, rojo y azul. Así como el espíritu vive de esos acordes que mueven nuestros sentidos a amar y a Vivir.
El amor, cuando es vehemente, lleva con tal imperio el alma hacia la cosa amada y la ocupa tan fuertemente, que falta a todas sus demás operaciones, tanto sensitivas como intelectivas; de manera que, para alimentar este amor y secundarlo, parece necesario que el alma abandone cualquier otro cuidado y ejercicio, hasta a sí misma; por lo que Platón dice que "duerme a la interperie, ante las puertas como mendigo".
Pobre, porque lo abandona todo por la cosa amada; sin casa, porque echa de su domicilio al alma para que siga siempre al amado; pálido, porque hace perder el sueño y las ganas de comer y de beber; desnudo y descalzo, porque mueve a abandonar todos los demás afectos para seguir los del amado; descansa en el suelo; porque mantiene al descubierto el corazón que ama.