PASOS. Revista digital del IES Sáenz de Buruaga. Nº 2. Noviembre de 2020. | Page 34

Roberto González, 30 años

Los estudios que cambiaron mi vida (I)

Es curioso como la vida no deja de dar vueltas y te coloca mirando un año hacia una dirección, otro año hacia la contraria. Muchas veces porque así lo decides y otras muchas veces porque la vida es precisamente así, te coloca quizás no donde siempre te gustaría mirar. Tengo ligado bastante tiempo de mi vida al IES Sáenz de Buruaga puesto que desarrollé mi educación secundaria y bachillerato en él. Recuerdo además muy bien como salí hacia la carrera. Allá por 2007 me decanté por continuar

el legado familiar apostando por el mundo de la construcción. Una graduación, palabras alegres, una despedida -quizás no tanto-, pero al fin y al cabo marchábamos, yo el primero, a intentar construir la vida que habíamos elegido.

Partí a estudiar en Cáceres Arquitectura Técnica y, si bien es cierto que en mis primeros años aún sobraba trabajo, la ya famosa crisis iba azotando por nuestra espalda para cubrir las expectativas como una tormenta negra. Tormenta negra que propició el que mi padre acabara jubilándose y que mi hermano cerrara su empresa de construcción.

¿Qué hago? ¿y ahora? Muchas de esas preguntas se me planteaban en mi mente, y como una persona que, quizás, no quería ver o reconocer lo que se aventuraba en el futuro decidí continuar por la misma senda. Realicé en el Centro Universitario de Mérida un MUI en Ingeniería aplicado a la construcción. Pero tampoco fue esa vía la que me llenó o me solucionó la vida. Aunque ya os digo de antemano y como spoiler que realmente no hay nada que te solucione la vida.

Estuve bastante tiempo trabajando de muchas cosas diferentes, sobre todo como profesor de clases particulares, pero los años pasaban y, tras varios proyectos fracasados para incorporarme a la vida laboral en la construcción, vi más claro que debía hacer algo para ponerme a mirar hacia donde yo quería. Me costó volver a decidirme. Otro gran compañero y amigo de carrera ya lo había hecho dos años antes con los estudios de Mecatrónica Industrial y no paraba de aconsejármelo.

Por ello decidí, finalmente, volver al instituto que me había visto madurar y empezar en 2016 el ciclo de Mecatrónica Industrial. No fue sencillo, aceptar haber realizado una carrera y aun así tener que volver a estudiar teniendo la confianza o esperanza que sería suficiente para la incorporación al mundo laboral con unas condiciones aceptables. Y por suerte así fue.

Realicé las prácticas en CLH Mérida donde conseguí quedarme. Al poco tiempo me trasladaron a CLH Lleida ya que es donde quedaba hueco para mí. Fueron unos meses muy bonitos, donde conocí a buenos compañeros y aprendí bastante sobre el mundo de los hidrocarburos. Ahora bien no parecía lo suficientemente estable puesto que los próximos años me los podía pasar trabajando en diferentes instalaciones por toda España. Esto último no lo veo negativo, pero no lo veo negativo para alumnos y alumnas que sean muy jóvenes, puesto que están en tiempo de conocer mundo y de no asentarse demasiado rápido en un lugar. Yo, sin embargo, quería centrarme en un sitio y desarrollar mi vida en torno a él y por ello tuve la oportunidad de participar en un proyecto nuevo, una fábrica de detergentes con apenas 2-3 años de funcionamiento con toda la potencia de crecer y desarrollarse por delante.