En efecto, las condiciones han cambiado, cambian los usuarios y su forma de usar el edificio y cambian las condiciones climáticas. Parece que solo tenemos que seguir como siempre y adaptarnos, acostumbrarnos a unos espacios inconfortables y resignarnos a que tiene que ser así, pero, ¿podríamos hacer algo para mejorar esa situación? Y ¿ si parte de la solución la tenemos a nuestro alcance? Y¿ si nuestro cambio de hábitos puede hacer que readaptemos nuestros espacios de trabajo y de educación a las nuevas condiciones de clima y uso? ¿Hemos usado ya todos los recursos posibles para acondicionar nuestro centro sin tener que recurrir a más consumo de energía, y por tanto más contaminación? Y¿si todos los centros se readaptasen a sistemas pasivos de climatización, cuánto contribuiríamos a reducir el cambio climático?
Todas estas cuestiones, forman parte de una serie de reflexiones de partida en base a las cuales nace la propuesta del proyecto comenzado este año en el Buruaga bajo el nombre de La Sostenibilidad ecológica como modelo para la mejora de espacios educativos y creación de hábitos respetuosos con el medio ambiente, que, en líneas generales, busca fomentar la reflexión y el trabajo colectivo sobre una idea concreta: la de conseguir “un centro educativo ecológicamente sostenible, energéticamente eficiente y humanamente concienciado”.
Para ello, este proyecto centra todos sus esfuerzos en dos objetivos complementarios y fundamentales:
- Por un lado, partir de patrones de análisis que se han ido estableciendo durante este curso mediante la construcción de documentos de auditoria y estudio de hábitos medioambientales. En base a ellos se construye un dosier de documentos orientados a reflexionar y trabajar la sostenibilidad de manera transversal y realista, desde todas las asignaturas, para todo el alumnado y abierto a todos los miembros de la comunidad educativa desde nuestro edificio en concreto.
- Por otro lado, este proyecto también se quiere basar en la retroalimentación, de modo que no concluye solo con la creación de dicho dosier, sino que dichos documentos habrán de entenderse como abiertos, sobre los cuales se puedan establecer las mejoras y cambios necesarios en base a las experiencias que de su uso se obtengan con el alumnado y resto de participantes, de modo que dicho dosier se convierta en otro documento más de referencia para el funcionamiento del centro educativo.
En resumen, el proyecto se estructura en una fase de observación, reflexión y diseño, realizada en la parte presencial del curso 19-20, y una continuación para poner en práctica y trabajar sobre los documentos guía, acabando con la redacción (y ejecución cuando sea posible) de acciones concretas de mejora, eficiencia, concienciación y difusión, que continuaremos en los periodos de clase presencial en el curso que viene.
Una vez realizada la primera fase, desde la coordinación del proyecto se espera que, a partir de la aplicación de los documentos desarrollados, se traslade a las aulas durante el próximo curso, generando así la parte más interesante del proyecto: la concienciación y reflexión sobre nuestra realidad concreta, acabando con el paso a la acción y la creación de propuestas concretas adaptadas a nuestro centro y hábitos de uso.
Si conseguimos posicionarnos en una actitud de análisis y conocimiento personal, es posible que seamos capaces de identificar en bloque nuevos parámetros y hábitos sostenibles para habitar el instituto, mejorando sus condiciones de confort y, por tanto, haciéndolo más amable y agradable, para que podamos acabar afirmando entre todos que “esto ya no es lo que era, ahora es mucho mejor”.
Francisco Javier Quirós Higueras