. A este primer paso fuerte le siguieron muchos más hasta que llegó la época de los tambaleos y la caída al pozo. Diez años en silencio, mirando las paredes de cuartos pequeños y sucios, durmiendo en la calle, quemando la garganta con vino barato, dejando la vida en empleos insoportables. No soportó verse a sí mismo en medio de la derrota. Compró una máquina de escribir y la aporreó todas las noches: no tocaba la cama sin antes haber terminado cinco o seis poemas; en esos días estaba divorciado de los cuentos. Bukowski estaba vivo de nuevo: escribía “con un estilo muy sencillo y decía todo lo que me venía en gana”. Y así continuó, con la fachada de hombre duro y con la piel de escritor libre hasta el día de su muerte, el 9 de marzo de 1994.