Carlos Enrique Hernaíz, Mauricio Phélan & Jonathan Camacho
agentes corruptores en la ecuación. Como corruptores se entienden aquellos actores que ofrecen algún tipo de soborno a funcionarios públicos, bien
sean políticos o burócratas, o a algún miembro de una compañía o corporación, cuyo objetivo es obtener alguna ventaja o beneficio éticamente cuestionable. En la mayoría de las definiciones se asume la corrupción como un
tema de gestión gubernamental e incluso se ha llegado a hacer la distinción
entre corrupción política y administrativa, asumiendo que en el caso de la
primera se refiere a representantes políticos, es decir, a cargos electos e implica el estrato más alto de este tipo de corrupción, ya que involucra a las
más altas esferas de la toma de decisiones. Por su parte, la corrupción administrativa compromete a los funcionarios públicos por nombramiento y supone la corrupción “aguas abajo”, hasta llegar al nivel inferior en la jerarquía
de la burocracia gubernamental. Una de las consecuencias más palpables de
la corrupción en este nivel es que los funcionarios tienden a complejizar o
dificultar los procesos burocrático-administrativos para propiciar la oferta
de sobornos por parte de quienes requieren dichos procesos (Khan, 2008).
Tal vez la distinción más importante entre la corrupción administrativa y la política tiene que ver con sus implicaciones. Por un lado, la corrupción administrativa supone sobornos y desplazamiento de recursos
públicos a representantes privados, lo cual es un problema bastante serio que, si bien no siempre ocupa los titulares de las noticias, crea el ambiente necesario para otras formas de corrupción (Langseth, 2006). Pero
en el caso de la corrupción política el efecto es sobre las decisiones que
se toman y cómo estas benefician a unos pocos, es decir, las implicaciones son mucho más profundas y permanentes. A estos dos tipos se suma
la corrupción corporativa, en la que los actores principales son del sector privado y está asociada a algunas de las formas más borrosas de la corrupción, como el tráfico de influencias, por ejemplo. Según un estudio
llevado a cabo por Transparency International en 2013, el soborno entre empresas parece ser tan común como aquel entre el sector privado y
el público (Hardoon & Heinrich, 2011). También es importante destacar
142 | Paradigmas, jul.-dic., 2014, Vol. 6, No. 2, 131-177