Paradigmas Vol. 6, N. 2 | Page 63

Carlos Enrique Hernaíz, Mauricio Phélan & Jonathan Camacho y son pocos los esfuerzos dedicados a cuantificarla. Ahora bien, antes de pasar a la revisión de la medición de la corrupción, es necesario mirar grosso modo los diferentes enfoques sobre este fenómeno. Aproximaciones y enfoques sobre la corrupción La palabra “corromper” proviene del latín corrumpere y supone alterar, trastocar la forma de alguna cosa. Pero quizá la acepción más interesante es la siguiente: echar a perder, depravar, dañar, pudrir. Co-romper es un acto que supone la participación de al menos dos personas; se rompe co-participando. Pero ese acto de corromper encierra algo que quebramos en común. La definición de corrupción más difundida la delinea como el “mal uso o abuso del poder público para obtener una ganancia privada” y ha sido acuñada por Transparency International, si bien es una definición muy general que se centra en la corrupción administrativa y política. Haciendo un collage de varias concepciones se puede decir que la corrupción es todo comportamiento o acción abusiva por parte de funcionarios gubernamentales, o de algún miembro de una compañía, éticamente cuestionable y con la que se busca el beneficio individual o de un grupo específico, en detrimento del posible beneficio de otros actores (BID, 2001; PNUD, 2003). En un intento por identificar estas acciones se pueden enumerar las siguientes: sobornos, lavado de dinero, malversación, tráfico de influencias, abuso de funciones, enriquecimiento ilícito, encubrimiento, obstrucción de la justicia y corrupción política. En el ámbito académico actual, cuando se indaga sobre la corrupción como fenómeno y los intentos dirigidos a su conceptualización, sale a relucir una intensa discusión sobre cómo definirla, encontrando una fértil polisemia de desarrollos teóricos que permiten adaptar el fenómeno a 140 | Paradigmas, jul.-dic., 2014, Vol. 6, No. 2, 131-177