Paradigmas Vol. 5, No. 2 | Page 60

Rosa María Lince Campillo & Martha Singer Sochet Oír, contar e interiorizar historias son pasos necesarios para la construcción del yo. Tomamos elementos y pautas de las representaciones ajenas y las hacemos propias. Esta identificación posibilita, asimismo, la comunicación humana y lo que podríamos llamar el encuentro de cerebros física y temporalmente separados. Los modelos, novelas y religiones son interpretaciones posibles de supuestos matemáticos, tramas literarias y libros sagrados (Allen, 2002, pp. 71-115). Castro afirma que la tradición lingüística alemana plantea que nuestras creencias son producto del acuerdo de una comunidad que comparte un mismo lenguaje y, en consecuencia, igual forma de comprender la realidad. El ser se da a través y por su lenguaje, y este solo vive gracias al ser, al cual dice o expresa. Y agrega así, como apuntan insistentemente Wittgenstein y después Popper, los límites de nuestro mundo son los límites de nuestro lenguaje (Castro, 2006, p. 66) y, más aún, imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida (Wittgenstein, 1988, pp. 20-28). Por su parte, Cassirer (2006) compara al lenguaje con un órgano para la captación humana de la realidad, captación que no sería meramente pasiva o receptiva sino activa, conformadora e interpretativa. Al ser dicho, lo vivido es puesto en escena (función del teatro griego) o representado. El lenguaje escapa al reino de la mera presentación e instaura el reino de la representación de la vivencia, permitiendo revivir lo vivido pero manteniéndolo o poniéndolo a cierta distancia. Más aún, la adquisición del lenguaje significa el acceso a la representación intersubjetiva del mundo, posibilitando que el sujeto entienda y se desenvuelva en la realidad socialmente interpretada y construida. La fuerza hermenéutica de la palabra no se dirige solo hacia el mundo exterior sino también hacia adentro, contribuyendo a la organización del sentimiento y de la voluntad, es decir, a la constitución del propio yo. El sentimiento, al ser dicho, se transforma en objetivo. 118 | Paradigmas, jul.-dic., 2013, Vol. 5, No. 2, 101-130