Castillo de Holyrood, Escocia |
Alegó que jamás había deseado la muerte de la reina de Inglaterra, ni conjuró para llevarla a cabo. Se reafirmó en sus creencias y oró por ella, por la reina Isabel, los católicos y su propio hijo Jacobo, al que nada le reprochaba. Se despidió de sus sirvientes y de Melville, el intendente de su palacio, que había asistido a la ejecución para dar testimonio al pueblo escocés de lo que había acontecido en aquel lugar en aquel horrible día. |
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por su vida si se quedaba prisionera en la capital del país.
En aquel castillo, tuvo que firmar la abdicación del reino en su hijo, quedando como regente su hermano Jacobo, duque de Murray; que al aceptar dicha regencia supuso la ruina de su propia hermana. Durante un tiempo hubo paz con la regencia de Jacobo, pero duró bien poco. María logró escapar de la torre en la que la tenían prisionera y consiguió a un gran número de lores, barones, obispos y nobles que la apoyaban; pues ella siempre había sido una buena reina, aunque hubiese tenido algunos errores, consideraban que ya había pagado por ellos. Así, se enfrentaron hermano y hermana con sus respectivos ejércitos a sus espaldas, saliendo victorioso Jacobo, y teniendo que huir María a Inglaterra, que esperaba que su prima la acogiese como parte de esa paz que tenían entre ellas, pues ella le daría asilo sin pensarlo a Isabel. Pero no fue así. En cuanto María pisó suelo inglés, fue tomada como prisionera por orden de Isabel.
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gente en aquel momento de Escocia. Sin embargo, por más que lo intentaron, no consiguieron encontrar pruebas de la culpabilidad de María, al igual que ella no pudo presentar pruebas de su inocencia; por lo que Jacobo volvió a Escocia con una gran suma de dinero mientras que María quedó encerrada en prisión.
María Estuardo fue condenada a morir por sus creencias
Y así, María Estuardo fue pasando de fortaleza en fortaleza prisionera, vigilada constantemente por unos guardias que tenían prohibido bajo pena de castigo mostrar la más mínima piedad hacia la reina escocesa. No tenía apenas comida diaria y vivía entre muebles bastos, sin colchón siquiera de plumas para poder descansar. Aún así, ambas primas continuaron con su costumbre de mandarse correspondencia. En un principio, María intentaría apelar a la parte piadosa y cariñosa de la reina inglesa
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pero, tras ver que esa mujer no tenía corazón y que era imposible ablandarla; decidió usar sus cartas para hacerla de rabiar, aumentando el odio hacia la escocesa día tras día.
Finalmente, y tras incesantes e insufribles infortunios, María Estuardo fue condenada, el 6 de diciembre de 1586, a morir por sus creencias; mas la reina no perdió en ningún momento la compostura, ni cuando, meses después, le comunicaron en persona que a la mañana siguiente sería ejecutada. Sus criados rompieron en llanto tras conocer la noticia, sin embargo María no tenía más que palabras de alivio y de gratitud para todos ellos. Para ella, el día de su ejecución era el momento en el que por fin sería libre y se acabarían todos sus pesares.
Y así fue como, el 7 de febrero de 1587, la reina de Escocia María Estuardo, tras casi veinte años de cautiverio fue dirigida a su muerte, en frente de una multitud de testigos a los que se dirigió con palabras fuertes y firmes.
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Una vez despojada de sus ropajes y vendados sus ojos con un finísimo pañuelo bordado de oro, el verdugo se dispuso a asestarle el golpe que pondría fin a una vida llena de infortunios y dolor. Sin embargo, el asesino no consiguió cortar la cabeza a la reina hasta el tercer golpe, asestándole dos primeros fallidos. El horror de aquella escena y del aspecto de la reina horrorizaron a todo aquel que se encontraba en la sala aquella mañana de 1587.
Terminó así la vida de una gran mujer, María Estuardo, a quien la fortuna le dio una vida de dolor y conflicto, siendo reina desde los seis días de edad, perdiendo a numerosos maridos, uno de ellos el amor de su vida, y quedando encarcelada por su propia prima, no más que por miedo y envidia, durante casi veinte años, sin poder ver siquiera crecer a su propio hijo; todo ello por querer defender a su país de la tiranía inglesa y por defender sus ideales religiosos. Simplemente, por defenderse a ella misma. Sin duda, estamos ante la mayor reina que ha tenido Escocia.
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