Outlander Magazine Número 3 (Julio 2017) | Page 50
No quise ir a Culloden, les dije que me dolía la cabeza. No soportaba la idea de
estar allí de nuevo, en el campo yermo, donde tantos amigos murieron, donde
moriste tú. Me negué a revivir una vez más tu agonía, tu muerte, una vez más de
miles ya vividas, imaginando si fue rápido, si la adrenalina de la batalla te alivió
sufrimientos, si te hirieron de gravedad y te fuiste apagando, si te mató fusil o es-
pada, si te dieron el tiro de gracia, si estabas mutilado o entero. Imaginando lo
que pensarías en tu último aliento, si te dio tiempo a pensar en mí, si te reconfortó
el pensamiento o te dejó intranquilo no saber, antes de morir, si estábamos a salvo.
Supuse que rezarías en los últimos segundos, para encomendarte a Dios.
Compre “tambores de Otoño” en 2000 en un
super que ponía en oferta los libros porque no
sabían que vendían, fuamor a primera lectura.
LadyRayenEliseiry (@LadyNerdy)
Esa satisfacción por leer todos los libros de
#outlander y pena por el abandono.
Marisella (@marisellita2604)
Acabo de empezar a ver Outlander y solo
puedo decir que ME ENCANTA!!
Αλειδα (@Aleyda_19)
Tantas veces lo pensé, tantas maneras en que te vi morir en mi cabeza. Y ahora
me veo de rodillas sobre la hierba, frente a una lápida con nuestros nombres. Afe-
rrada a la lápida y a la tierra donde tengo hincadas las rodillas; debajo de mí, los
huesos de mis huesos. Tantas veces pensé en tu muerte… y aunque sé que de-
sapareciste para mí, hace veinte años, no me pareció tan cierto como ahora.
¿Pero qué haces aquí, amor? No yaces en una tumba común, con una piedra que
marca el apellido de tu clan y que seguramente ví antes de conocerte.
Estás a un metro de mí, en una tumba con tu nombre, con nuestros nombres, a
cien millas de donde imaginé que morirías. ¿quién te trajo hasta aquí? Alguien
que te conocía, alguien que te sacó de Culloden, malherido. Cuál sería tu agonía,
Jamie. Y yo no estaba a tu lado para acariciarte el pelo, para bendecirte, para
darte el último beso, para cerrar tus ojos. Quién te cerró los ojos, amor, quién es-
cuchó el epitafio que toco, de tus labios. Si hubiera estado allí. Y quiero atravesar
la tierra, o mejor, alcanzar el cielo y tocar tu mano y tirar de ti, para decirte a un
oído que ya no existe, que tu sacrificio no fue en vano, que vivimos gracias a ti.
Que nos salvaste de los espantos de la guerra, que tenemos una hija que me re-
cuerda cada día lo que te quise, lo que te quiero.
Y grito, pero el sonido no sale hacia fuera, se queda dentro, ahogado y punzante,
llorando lágrimas negras, alquitranadas; Jamie, yo quería morir contigo…. Y te re-
cuerdo acariciándome el pelo en aquel despacho militar, cuando ya sabíamos que
el desastre era imparable y me despediste ya entonces, me miraste como que-
riendo retener mi rostro y mi alma; ahí ya habías trazado tu plan para sacarnos
del infierno, y ahí yo estaba dispuesta a morir contigo en la batalla. No fue así, no
podía quedarme allí, los dos lo sabíamos, había escapatoria para el bebé y él no
podría vivir sin mí. Y mi corazón quedó dividido para siempre; quedarme contigo
para morir o salvar a nuestro hijo para morir también, Jamie, de otra manera. Es
ya una mujer, casi la edad que tenías cuando te cruzaron la espalda de latigazos
y está a unos pasos de aquí, con tu pelo cobrizo, con tu porte, tu tozudez y tu in-
teligencia. Cielo, nos salvaste, y aunque una parte de mí quedó destrozada, hay
otra que ha podido disfrutar de ser mamá, gracias a ti, amor mío.
Y rezo para que desde alguna parte hayas podido ser testigo de su nacimiento y
de su vida, para que alguna vez podamos estar juntos, los cuatro (no me olvido
de Faith), en ese sitio que desconozco, en el que tú creías y en el que ahora creo.
Atravesé unas piedras y te encontré, en lo que ahora llamo mi tiempo, mi hogar,
y pude volver sin daño para la criatura que crecía en mi vientre. Después de esto,
es más fácil creer en lo imposible. Y noto que alguien me zarandea suavemente,
y me vienen ecos de una voz de niña asustada “mamá, ¿estás bien?” Mi corazón
grita lo que no ha querido decir mi boca. Restalla en mi cabeza y explota: “Amado
esposo de Claire” esa soy yo, Bree, Jamie es tu padre.
FRAIZERCITA
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