OTWO Magazine April 2020 | Page 30

LA CUEVA BAJA DE SAN MIGUEL Jamás debemos olvidar la importancia de la historia antigua El sueño de un geólogo se esconde en el interior de lo que está aceptado mundialmente como uno de los Pilares de Hércules. Hasta la fecha se contabili- zan más de 150 cuevas y cavernas de piedra caliza dentro del Peñón de Gibraltar. La cueva baja es el último ejemplar de semejante catálogo, habiendo sida descubierta, asombrosamente, durante la se- gunda guerra mundial. Se calcula que permaneció sellada durante 20.000 años hasta que los Reales Ingenieros del ejército británico la reabrieron en busca de un nuevo acceso a las cámaras inferiores de la cueva principal. Conserva su aspecto original, con apenas algunos aditamentos como cuerdas y lu- ces que fueron instaladas por motivos de seguridad. En comparación con la cueva de San Miguel, que dispone de un sistema de luces espectacular, músi- ca temática y un escenario para conciertos, la cue- va baja ofrece una experiencia comparable a viajar atrás en el tiempo. El equipo de aventuras de OTWO y quien esto es- cribe fuimos invitados a una visita guiada a las pro- fundidades de la atracción más visitada del Peñón. Nos reunimos a la entrada de la cueva en horario diurno y nuestro encantador guía nos hizo entrega de cascos de seguridad y linternas de cabeza que también pudimos colgar del cuello para disfrutar de un poco más de luminosidad. Ya en el momento de encontrarnos pude palpar la sensación de gran emoción de todo el grupo justo antes de afrontar la experiencia. En el descenso a pie, admirando los cielos despejados de África y Cádiz, sentimos como si nos estuviéramos aproximando a una experiencia inolvidable en el interior de la historia antigua de este Peñón. El guía abrió una puerta grande metal cuyo sonido hizo eco en la larga, oscura y estrecha cámara a la que da acceso. Eché un último vistazo a las ramas, árboles y luz de la entrada, apreciándolos con detalle y agarrándome a ese momento antes de 56 OTWO 09 / APRIL 2020 OTWO 09 / APRIL 2020 adentrarme en un escenario más oscuro y drástica- mente distinto. Avanzamos de forma cuidadosa y muy juntos a lo largo de un túnel de luz tenue, advirtiendo un cambio en la densidad del aire, que se sentía más limpio y fresco. Después de unos cincuenta metros pudimos distinguir lo que parecían ser viejos raíles ferrovia- rios usados durante la guerra además de una amplia abertura cavernaria. Este espacio aloja una zona donde pudimos dejar nuestras pertenencias y ajustar nuestro equipamiento. En su día sirvió de hospital para soldados además de zona para facilitar la venti- lación. El espacio abierto producía eco, amplificando nuestras voces. La única luz natural procedía de la puerta de entrada, que el guía cerró de repente. Su carisma contribuyó a fortalecer tan especial atmós- fera: qué esperar y qué no. Nos encontrábamos en la casilla de salida para enfrentarnos a una serie de leyendas, muy verosímiles, que se desplegarían a lo largo del recorrido. Su conocimiento y experiencia, fruto de haber guiado a tantas personas por las cue- vas, contribuyó decisivamente a hacer más amena y fácil la actividad a quienes la hacíamos por pri- mera vez. Algunos sentían nervios por las alturas, otros por los espacios reducidos, pero la compañía del guía nos permitió mantenernos centrados y con ganas. Estableció un procedimiento de seguridad con el cual nos podíamos apoyar y seguir los unos a los otros. Se abrió una trampilla y comenzamos el descenso por las cuevas. La primera excavación arqueológica de la Cueva de San Miguel fue impulsada por el gobernador de la prisión militar, el capitán Frederick Brome, y comen- zó en abril de 1863 para prolongarse hasta diciembre de 1867. Descubrió varias herramientas prehistóri- cas como hachas de piedra y cabezas de flecha, jo- yería de concha y agujas de hueso además de vastas colecciones de cerámica. Estas cavernas del sistema 57