Yo creo que, dadas las circunstancias en que nos encontramos, mantener una postura optimista resulta ser insensato; mientras que justificar una actitud pesimista basada en la poco halagueña perspectiva futura de la humanidad no me luce razonable. Me adhiero a la convicción que el hombre debe y puede cambiar.
Tengo confianza en el ser humano, en su capacidad para transformar la realidad y transformarse a sí mismo. Y yo, fundamentalmente, soy lo que creo porque en tal creencia echan sus raíces mis acciones. El hombre es el acto de su vida. No puede ser otra cosa. Y como acto yo soy vida que irrumpe exuberante, pródiga, indetenible, manifestándose como continuo crecimiento, como constante complejificación, como desbordamiento que se reconoce para superar de inmediato sus límites. Confío profundamente en la vida porque estoy convencido de su necesidad, de que no es hecho accesorio, un fenómeno casual producto de su irrepetible y extraño encuentro de átomos y moléculas.