De manera que, aunque esos países ya han cruzado la frontera que los separaba de la categoría de países de renta media, que depende del promedio respecto a los ingresos, en términos absolutos siguen teniendo una enorme cantidad de pobres. Los de los países de renta media compiten con los pobres de los países pobres por el interés y la atención mundiales.
Está claro que en el panorama del desarrollo económico actual ha influido la crisis financiera de 2008. Más recientemente, la crisis global ha resultado perjudicial para las mejoras en el desarrollo, aunque se puede decir que las pérdidas se han concentrado sobre todo en los países ricos. Sin embargo, las reacciones y retrocesos que ahora se observan en estos están teniendo y tendrán también consecuencias para el desarrollo económico de los países pobres.
PRESENTE
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FUTURO
lo conforman las tendencias del pasado lejano y reciente. Un interesante e importante rasgo del panorama actual es el cambio registrado en la geografía global de la pobreza. Según las definiciones habituales, hace cuarenta años el 90% de los pobres del mundo vivía en países de renta baja. Hoy en día, tres cuartos de los pobres del planeta viven en países de renta media. El rápido crecimiento de algunos países grandes, acompañado de una creciente desigualdad interna, supone que los incrementos de la renta media no se hayan reflejado en la misma medida en la reducción de la pobreza.
El pasado y el presente del desarrollo económico sientan las bases del futuro a largo plazo. No cabe duda de que la degradación medioambiental y el cambio climático empeorarán las perspectivas de desarrollo y agudizarán los conflictos y las tensiones ambientales relacionadas con la emigración. De los problemas aquí planteados las acciones que se precisan están más o menos claras: el problema radica más bien en si hay voluntad política para llevarlas a cabo.
Al margen de los desafíos que plantean el cambio climático y la degradación ambiental, desde la década de 1980 ha surgido otro problema importante: la reducción en todo el mundo de la participación de las rentas del trabajo en el producto interior bruto (PIB) de las naciones, o en el total de las rentas empresariales. La incapacidad de articular respuestas políticas adecuadas y coordinadas ante estos procesos puede tener preocupantes repercusiones para el desarrollo económico futuro. De hecho, la reducción del peso de las rentas del trabajo en el PIB, a pesar del desarrollo económico generalizado, a menudo se considera el combustible que ha extendido el fuego de las reacciones antinmigración y antiglobalización en los últimos años, amenazando con invertir la tendencia de décadas de progreso basadas en la liberalización del comercio y del mercado de capitales en todo el mundo.