Sin darnos cuenta, desde nuestro nacimiento como seres humanos de
carne y hueso, también estamos viviendo con una cruz a cuestas; muchas veces esta cruz la sentimos muy
pesada, y otras, ni nos damos cuenta
de que la llevamos a cuestas porque
estamos tan inmersos en la sinergia
de la vida que vivimos sin sentir el
peso del pecado y la muerte.
Antes dije que durante la última semana de su vida, Jesús nos mostró el
resumen de toda su existencia terrenal: muchas veces, como Él, sufrimos
vituperios, rechazos, golpes, latigazos, y no hacemos otra cosa que enojarnos y odiar a nuestros atacantes,
pero Él, a los suyos, los bendijo:
“…Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lucas 23:34) NTV
Más tarde el apóstol Pablo nos recuerda que nosotros, en esta vida,
estamos completando los sufrimientos de Cristo por su iglesia, para que
la humanidad sepa y sienta que es
una con su Redentor y Salvador (Colosenses 1:24). Jesús vive nuestras
alegrías, pero también nuestros dolores y sufrimientos, de nuestro
cuerpo al de Él, porque somos hoy y
seremos por siempre uno con Él.
Llevar nuestra cruz a cuestas significa
soportar esta vida que nos conduce a
la muerte, como Jesús caminó con
ella a cuestas sabiendo que, al final
sería su instrumento de muerte. Esta
vida (muerta) no puede terminar de
otra manera sino en la cruz del Calvario.
Hubo un momento en el que Jesús
necesitó de ayuda para cargar su cruz
y Simón de Cirene estuvo dispuesto a
cargar el instrumento; así muchísimas veces, es Jesús quien viene y
Odisea Cristiana | Noviembre 2016
carga nuestra cruz, para eso vivió,
murió y resucitó en nuestro lugar. Así
que, como Jesús se dejó ayudar por
Simón; así dejemos que sea Él quien
nos ayude en nuestro tránsito hacia
la verdadera vida.
Vivir esta vida es llevar el instrumento de nuestra muerte a cuestas;
pero, como Jesús lo llevó, literal y
metafóricamente, Él sabe lo que se
siente; por eso, no dudemos que Él
vive nuestras vidas, y con gozo las ha
dejado en la cruz ¡Para que ya no muramos en la oscuridad! Para que
cuando emerjamos de la tumba, seamos un solo cuerpo con Él, inmersos
en la luminosidad de la luz verdadera.
Así como Jesús, después de tres días
en el sepulcro, emergió como un
nuevo ser humano, santo y sin mancha, eterno y luminoso; así nosotros
tenemos la esperanza de vernos en
Él y tal como Él es.
Y así como la muerte en la cruz lo dirigió a la vida eterna en la resurrección; así nosotros también, con esta
muerte pasaremos a la vida. De tal
manera que este será la culminación
nuestro tercero y definitivo nacimiento como verdaderos Hijos Amados de Dios, iniciado en el bautismo
del agua y del Espíritu (Juan 3:5) y
culminado al momento de nuestra
muerte física, porque nuestro espíritu vuelve a Dios (Eclesiastés 12:7)
esperando el momento culminante
del reino de los cielos anunciado por
el mismo Jesús.
En esta temporada, y durante toda la
vida, los invito a reflexionar en la
trascendencia de la vida, muerte, resurrección y ascensión de nuestro
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