Odisea Cristiana Noviembre 2016 | Page 17

Sin darnos cuenta, desde nuestro nacimiento como seres humanos de carne y hueso, también estamos viviendo con una cruz a cuestas; muchas veces esta cruz la sentimos muy pesada, y otras, ni nos damos cuenta de que la llevamos a cuestas porque estamos tan inmersos en la sinergia de la vida que vivimos sin sentir el peso del pecado y la muerte. Antes dije que durante la última semana de su vida, Jesús nos mostró el resumen de toda su existencia terrenal: muchas veces, como Él, sufrimos vituperios, rechazos, golpes, latigazos, y no hacemos otra cosa que enojarnos y odiar a nuestros atacantes, pero Él, a los suyos, los bendijo: “…Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lucas 23:34) NTV Más tarde el apóstol Pablo nos recuerda que nosotros, en esta vida, estamos completando los sufrimientos de Cristo por su iglesia, para que la humanidad sepa y sienta que es una con su Redentor y Salvador (Colosenses 1:24). Jesús vive nuestras alegrías, pero también nuestros dolores y sufrimientos, de nuestro cuerpo al de Él, porque somos hoy y seremos por siempre uno con Él. Llevar nuestra cruz a cuestas significa soportar esta vida que nos conduce a la muerte, como Jesús caminó con ella a cuestas sabiendo que, al final sería su instrumento de muerte. Esta vida (muerta) no puede terminar de otra manera sino en la cruz del Calvario. Hubo un momento en el que Jesús necesitó de ayuda para cargar su cruz y Simón de Cirene estuvo dispuesto a cargar el instrumento; así muchísimas veces, es Jesús quien viene y Odisea Cristiana | Noviembre 2016 carga nuestra cruz, para eso vivió, murió y resucitó en nuestro lugar. Así que, como Jesús se dejó ayudar por Simón; así dejemos que sea Él quien nos ayude en nuestro tránsito hacia la verdadera vida. Vivir esta vida es llevar el instrumento de nuestra muerte a cuestas; pero, como Jesús lo llevó, literal y metafóricamente, Él sabe lo que se siente; por eso, no dudemos que Él vive nuestras vidas, y con gozo las ha dejado en la cruz ¡Para que ya no muramos en la oscuridad! Para que cuando emerjamos de la tumba, seamos un solo cuerpo con Él, inmersos en la luminosidad de la luz verdadera. Así como Jesús, después de tres días en el sepulcro, emergió como un nuevo ser humano, santo y sin mancha, eterno y luminoso; así nosotros tenemos la esperanza de vernos en Él y tal como Él es. Y así como la muerte en la cruz lo dirigió a la vida eterna en la resurrección; así nosotros también, con esta muerte pasaremos a la vida. De tal manera que este será la culminación nuestro tercero y definitivo nacimiento como verdaderos Hijos Amados de Dios, iniciado en el bautismo del agua y del Espíritu (Juan 3:5) y culminado al momento de nuestra muerte física, porque nuestro espíritu vuelve a Dios (Eclesiastés 12:7) esperando el momento culminante del reino de los cielos anunciado por el mismo Jesús. En esta temporada, y durante toda la vida, los invito a reflexionar en la trascendencia de la vida, muerte, resurrección y ascensión de nuestro 17