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"No se avergüenza de llamarlos hermanos" (Hebreos 2:11).
upongamos que un hombre
salió una noche y miró las estrellas. ¿Podría él saber que
hay un Dios? Si fue al Gran Cañón y
vio su incomparable belleza y luego
viajó a Yosemite y vio su esplendor,
si visitó las poderosas Cataratas del
Niágara, ¿podría estar seguro de
que hay un Dios?
La respuesta es sí. Si un hombre o
mujer mira la naturaleza y ve el intrincado diseño y el patrón de la
creación, podría saber con certeza
que esto no sucedió por casualidad. Por un estudio cuidadoso, un
hombre podría concluir que debe
haber un Dios.
¿Cuánto podría saber sobre Dios
simplemente estudiando la naturaleza? Él sabría acerca de su sabiduría, poder y capacidad creativa infinita. Pero ningún hombre podría
descubrir el amor de Dios simplemente estudiando el escarabajo
bombardero o analizando el antílope. Nunca sabría si Dios se preocupa por él.
Odisea Cristiana | Diciembre 2016
Un Dios de las estrellas, la luna y el
sol sería grande y poderoso, pero
nunca sería personal.
Eso explica por qué Jesús vino a la
tierra. Debido a que compartimos
una humanidad común con Jesús,
no se avergüenza de llamarnos hermanos. Dios descendió a donde vivimos y se convirtió en uno de nosotros.
No gritó "Te amo", y no nos envió
una carta que no podíamos leer. Él
tomó nuestra naturaleza, nació tal
como nacemos, vivió como vivimos
y murió como morimos. Cuando Él
dice: "Te amo", lo entendemos porque en Jesucristo Dios se ha hecho
uno de nosotros.
Señor Jesús, no dudaste en rebajarte para que pudieras ser nuestro verdadero Hermano. Gracias
por hacer el largo viaje para que
un día cuando nuestro viaje haya
terminado, nos veamos cara a
cara. Amén.
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