Nómadas 02 | Page 28

arrojaba unas 28 libras, permitiéndome abrirlo con toda facilidad; olvidado así el problema del esfuerzo muscular, pude centrarme en el meollo de la cuestión, es decir, recuperar el ciclo de disparo despaciosamente, y con él mi estilo de tiro. Nunca he sido un gran tirador, ni mucho menos. Mis habilidades se pueden circunscribir dentro de unas honrosa normalidad, que no suele incluir tiros magistrales ni errores garrafales. Pero el que tuvo retuvo, de manera que, aunque no tan deprisa como yo hubiera querido, fui recuperando tanta la fuerza muscular como la coordinación y la destreza necesarias para la práctica de nuestra común pasión. Poco después, mi amigo Enrique Pose, al que había conocido durante los tiempos legendarios en los que fundé Arcozenter, volvió a mi a través del indudable poder de evocación de Facebook. Más de veinte años nos habían separado, y la alegría del reencuentro se vio aumentada cuando decidió, con su habitual generosidad, obsequiarme con un hermoso AHL de Predator, nada más y nada menos que un Lobo, que aún no me ha susurrado su nombre, aunque me barrunto que la cosa está al caer. Sus 40 libras me permiten disfrutar de muchos tiros seguidos y, si todo va como debiera, enviar algún nefasto recado a los corzos y venados que tantos buenos ratos me han hecho pasar. Suelo afirmar, en público y en privado, que no soy un buen ejemplo de