nº 1 -Boletín Oficial FEDDF 5 - BOLETIN FEDDF enero 2016 | Page 25
BOLETÍN FEDDF
loca. Yo no tenía nada que hacer en ese antro. Ella me
preguntaba, se asombraba de mi reacción, me pedía una
opinión, un por qué, pero yo sólo sentía ganas de perderla de
vista.
Ya nada fue igual. Mi virginidad había sido rota. Mi inocencia
violada. Mi país de “Nunca Jamás”, arrasado. Lloré muchas
noches, ¿de rabia?, ¿de dolor?, ¿de confusión?, ¿quién era yo?,
¿qué era yo?, ¿soy acaso uno de esos?
Aún así, traté de seguir viviendo como si nada de todo esto
hubiera ocurrido. Trataba de borrar y arrancar eso que había
enraizado en mi mente y mi corazón. Pero cada vez veía más
gente diferente por la calle. Nunca me había fijado. Incluso en la
esquina de mi casa.
Casi sin darme cuenta, empecé a hablar con el vendedor del
cupón que andaba en silla de ruedas. Al principio me daba
vergüenza. ¿A ver si van a creer todos los vecinos que soy como
él? Pero poco a poco resultó una persona encantadora,
agradable, con la que me gustaba comentar algunos de los
problemas que mis muletas me traían en el día a día. Y sobre
todo nos reíamos. Nos reíamos de nuestros cuerpos. Rotos,
como él decía.
Pues resultó que, además, jugaba al baloncesto en silla de
ruedas en mi ciudad. Por primera vez pensé en cómo sería eso
de hacer deporte “entre iguales” bueno o parecidos. Aunque
me costó, acabé cediendo a la curiosidad y lo hablé con él.
Al día siguiente me vi en medio de una cancha de baloncesto,
aterrado por revivir la vieja experiencia de la gruta del pasado.
Nada más lejos de la realidad. Nadie reparó especialmente en
mí. Saludos y apretones de manos, por cierto alguno casi me la
rompe. Enseguida el entrenador me dio una silla para que
empezara a dar vueltas.
Al acabar, el vestuario parecía mitad taller, mitad “Jardín de las
Delicias”. El suelo lleno de aparatos de hierro, piernas
ortopédicas, personas desplazándose por el suelo hasta la
ducha, subiéndose a los asientos como monos… Y lo que fue de
risa, comprobar que yo hacía lo mismo. Cuando a la salida me di
cuenta de las miradas de la gente, sentí la misma sensación de
orgullo y de vanidad que cuando de niño me metía arrastras en
la mar.
El deporte me había hecho uno de nosotros.
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