COLUMNA DE OPINIÓN
El Romanticismo en la educación ha tenido un fuerte impacto puesto que se cambió la concepción de un método de enseñanza en el que sólo predominaba el conocimiento intelectual a uno en el reconoce la importancia de los sentimientos.
Estudios de Neurociencia demuestran que las emociones juegan un rol fundamental en el aprendizaje. Por ello, permitir que el niño juego, explore, experimente es una forma en la que está percibiendo y entendiendo el mundo.
Francesco Tonucci dice: “Jugar para un niño le abre la posibilidad de recortar un trocito de mundo para manipularlo, ya sea que esté sólo o acompañado de amigos, sabiendo que donde no pueda llegar lo puede inventar”.
Froebel, Pestalozzi y Herbart resaltan que la educación debe fomentar el interés del niño, lo deben seducir y sumergir en la más infinita curiosidad de saber nuevas cosas.
Lastimosamente en nuestro país, la educación a vuelto a sus comienzos y en muchos colegios aún se sigue tomando en cuenta sólo a la parte cognitiva. Por ello, necesitamos que los docentes conozcan lo que le está pasando a su estudiante. Muchos docentes erróneamente llegamos a la conclusión de que el niño es un hiperactivo y que no puede estar quieto resolviendo el problema de matemática. Hagámonos una pregunta: ¿Le has preguntado lo que le pasa? ¿Quizá tenga problemas y no te has tomado el tiempo de acercarte y preguntar?
Por otro lado, debemos reconocer que el niño es se con movimiento; por ende, en vez de que este esté pasivamente escuchando la clase que tal si utilizamos el juego como mecanismo de aprendizaje. Frobel manifiesta que el juego es el más alto nivel del desarrollo de un niño ya que le entrega alegría, libertad, satisfacción, descanso interno, externo y paz con el mundo.
MAESTRO INTERÉSATE POR LO QUE LE SUCEDE A TU NIÑO