NO LEO, JULIO 2013 3
Por otro lado, simultáneamente nuestra visión se convierte en un tipo de cámara que viene bajando desde lo alto de la estratosfera, que desciende relatando de manera detallada su viaje desde el espacio hasta llegar al plano de nuestro personaje central; una mujer durmiendo en una habitación cerrada con la televisión encendida.
Ella es Eri, Asai hermana de Mari. La realidad comienza a retorcerse en pos de un periplo surrealista postmoderno, en donde la imagen prima sobre la palabra y alienta a la interpretación de secuencias fragmentadas, una característica esencial del relato de Murakami.
Los enfoques van cambiando, de momento a otro. De repente nos situamos desde la mirada de como si estuviéramos al interior de un televisor y luego de como si estuviéramos viendo la escena de la mujer durmiendo en la televisión. Un juego interesante que mantiene al lector ávido al desenlace de cada capitulo. Para el lector pareciera que se tratara de una noche eterna, en el que pueden suceder tantos hechos como pensamientos en pocos minutos, con tiempo de relatar todo y transportarnos entre distintas sensaciones a lo largo del libro, en poca cantidad de páginas.
Cada aspecto de la obra refleja el resultado de nuestra época actual; submundos corrompidos por la violencia y la individualidad encarceladora que es el detonante de la soledad sosegada en la vida de cada una de los personas del mundo contemporáneo. El autor logra equilibrar este abatimiento del mundo con distorsiones de la realidad, relatos casi cinematográficos, de una calidad literaria excepcional. Quizás por eso Murakami es uno de los autores más connotados de la actualidad, lo que lo ha llevado a comparar con grandes como Raymond Carver, F. Scott Fitzgerald o John Irving.