Los hermanos Mondaca
mantienen el exitoso negocio
que su padre fundó en 1968.
D e las siete personas que trabajan en la Barbería
Mondaca, la única que no luce una frondosa barba es
Marión Mellado. Bueno, si fuese bien barbada sería
una suerte de publicidad aleatoria para la barbería. Pero
no la necesitan. Marión, una chica muy joven, es toda
sonrisas, amabilidad y el adecuado toque femenino en
un escenario viril. ¡Pero cuidado… maneja muy bien la
navaja!
En la Barbería Mondaca son hinchas de la
navaja.
-Trabajamos con navajas de acero en cabello
y en barba, no con porta Gillette, porque la navaja
se transforma en la prolongación de la mano –afirma
Diego Mondaca, que hace de cabeza en la empresa.
Diego, el hermano mayor, y Rubén
Mondaca, son los herederos de una tradición que
comenzó hace cincuenta años con Rubén Mondaca
Hernández, quien falleció hace doce años, y harto de
menos que se le echa, dice Diego.
La historia de esta exitosa barbería se
remonta al siglo pasado, cuando en 1968 Rubén
Mondaca Hernández decidió instalarla. En aquel
tiempo las barbas florecían tanto o más que hoy,
constituían una especie de símbolo de una juventud
que deseaba cambiar el mundo. Rubén Mondaca, el
viejo, tuvo una visión que iba más allá de su propia
vida. Fue capaz de visualizar lo que vendría, y que
hoy es realidad.
-Yo empecé a trabajar con mi padre en 1998,
Rubén el 2005 –dice Diego.
Ya para entonces su padre se había instalado
en el local que mantienen hasta hoy, en Luis Thayer
Ojeda 0119. Es un sitio amplio, bien iluminado;
en una pared numerosas páginas de periódicos dan
cuenta de la historia del negocio y de sus éxitos. Se
escucha música alegre.
13