CONTAMINACION DE LOS MARES
Debido a la inmensidad y profundidad de los océanos, hasta hace poco el hombre creía que podría utilizarlos para verter basura y sustancias químicas en cantidades ilimitadas sin que esto tuviera consecuencias importantes. Los partidarios de continuar con los vertidos en los océanos incluso tenían un eslogan: «La solución a la contaminación es la dilución.»
En la actualidad, basta con fijarse en la zona muerta del tamaño del estado de Nueva Jersey que se forma cada verano en el delta del río Mississippi, o en la extensión de 1.600 kilómetros de plástico en descomposición en el Pacífico Norte para darse cuenta de que esta política de la «dilución» ha contribuido a llevar al borde del colapso lo que tiempo atrás fue un ecosistema oceánico próspero
La contaminación no siempre es física. En masas de agua de gran extensión, las ondas sonoras pueden propagarse a lo largo de kilómetros sin perder intensidad. La presencia cada vez mayor de sonidos de gran potencia o constantes procedentes de barcos, sónares, instalaciones petrolíferas e incluso de fuentes naturales como terremotos puede alterar los patrones de migración, comunicación, caza y reproducción de muchos animales marinos, en especial los de mamíferos acuáticos como la ballena y el delfín.
El fin de la era de la «dilución»
El hombre comienza a percatarse de la insostenibilidad de la filosofía de la «dilución». Muchas leyes nacionales y protocolos internacionales prohíben en la actualidad el vertido de sustancias nocivas en los océanos, si bien su aplicación es a menudo incierta. Se están creando santuarios marinos con el fin de mantener ecosistemas marinos prístinos. Asimismo, se están llevando a cabo iniciativas aisladas que han logrado cierto éxito en la restauración de estuarios y bahías.