MásRecreista20174taEdición 4 | Page 12

Descenso final

(fragmento)

Escucho mi nombre mal pronunciado y agrego a la mujer morena a mi lista de personas que no saben leer una “t” y una “h” juntas. Me levanto y dirijo hacia la habitación mientras repaso la sala con ironía: ese sentimiento de ser observada es correspondido. Cierro la puerta, me encuentro dentro de cuatro paredes unidas por mezcla de cemento y ante mí veo a quien espero me ayude y haga valer cada minuto que estuve sentada.

Intercambiamos saludos, me hace la pregunta del millón “¿Qué te trae?” y explico mi problema. En otra ocasión probablemente hubiera dicho lo que mi profesor contestaba a esa clase de preguntas “Si lo supiera no estuviera aquí”, pero contuve el impulso de hacerlo.

Tras cruzar algunas palabras, razones y medicaciones salgo de la habitación satisfecha por el servicio. Mientras camino por los pasillos rememoro la experiencia, la sensación del frío estetoscopio sobre mi pecho y abdomen, las anotaciones de la mujer de bata blanca y el sonido de las teclas al ser presionadas, todo para finalizar en un gracias, símbolo de una ordinaria despedida.

Subo las escaleras, doy un paso hacia las cómodas sillas y me recuesto en una de ellas mientras una mujer de cincuenta años me juzga silenciosamente por no haberme sentado junto a ella.

Al finalizar me levanto, bajo las escaleras perdiéndome entre gente y vacío, observo la sala en primer nivel y la vida otra vez me parece conocida, no normal. El teléfono ocupado en una conversación entre la anciana de setenta y probablemente su hija o sobrina, dándole la dirección de su casa o la forma de conseguir una cita para la chica paralítica junto a ella en una ciudad cuyo sistema de gobierno no es mejor que un fontanero tratando de sacar una pelusa del desagüe; un pobre hombre con un cántaro naranja a sus pies, una gorra roja y su convencional vestuario; las gentes sentadas en los banquillos esperando que llegue la hora en la que el hombre o mujer de bata blanca les anuncie su hora final tras un duro camino de dolor y frustraciones llamado vida.

Thaly Margarita Ramírez Cantillo