Mucho se ha especulado sobre la verdadera edad de las colosales construcciones que se erigen majestuosas en la meseta de Giza, en Egipto. Me estoy refiriendo, si es que alguien aun no se ha dado cuenta, a las famosas pirámides de Keops, Kefren y Micerinos.
Se podrían escribir paginas y paginas sobre estos tres enigmáticos monumentos sin ni siquiera acercarse a explicar todo cuando se ha escrito y especulado sobre ellos. No ha lugar en el post de hoy para analizar de manera pormenorizada cada uno de los estudios e investigaciones que se han llevado a cabo sobre la datación, construcción y finalidad de las pirámides.
Recientemente, y este sí es el tema que abordamos aquí, se descubrió algo que podría resultar muy comprometedor para los postulados de la arqueología tradicional. En realidad el hallazgo no es nuevo, pero sí su difusión. En 1907, el arqueólogo británico Cecil Mallaby Firth encontró una antigua tumba en uno de los cementerios de la ciudad de Nubia. Exactamente, una tumba catalogada como la 96 del cementerio 102. En esta sepultura, a parte de los restos de un hombre desconocido, se encontraron también algunos objetos como parte del ajuar del difunto. Entre ellos, destaca un huevo de avestruz con unos signos extraños y, a la vez, familiares.
Fue el popular investigador J.J.Benitez quien dio a conocer, al menos en España, la existencia de dicho objeto y la posible relación de sus dibujos con las pirámides de Giza. Los restos humanos que reposaban en la tumba donde fue encontrado, fueron datados, aproximadamente, alrededor del año 4000-3500 a.C. Es decir, dicho objeto (un huevo de avestruz con algunos dibujos decorativos) tendría una edad aproximada de 6000 años. Hoy en día, el huevo de la discordia descansa en el museo de Nubia a expensas de las pocas miradas curiosas que se percatan del enigma o analogía que esconde dicho objeto.