Mujeres que corren con lobos 1 | Page 17

para bailar alrededor de las hogueras37. En definitiva, encontraremos que no sólo hay una expresión espontánea de una sexualidad femenina oculta y que ahora se reprime en la infancia, sino también que ha habido una cultura de la misma, cuyos vestigios han perdurado a lo largo de los milenios de represión patriarcal. La existencia de esta ‘otra’ sexualidad femenina nos permite también entender el por qué la caza de brujas que se llevó a término masivamente entre los siglos XIV al XVII: como dicen Bárbara Ehrenreich y Deirdre English38, ante todo lisa y llanamente sobre ellas pesaba la ‘acusación’ de poseer una sexualidad femenina. Había que arrasar con cualquier vestigio que quedara de esta sexualidad femenina porque se sabía y se era consciente de su incompatibilidad con el orden falocrático. En Alemania hubo aldeas en las que sólo se salvó una mujer. En Toulouse, en un solo día, cuentan estas autoras, quemaron a 400 mujeres. A los ojos de la Iglesia, todo el poder de las brujas procedía en última instancia de la sexualidad. Las prácticas autoeróticas en torno a la excitación del útero se llevaban a cabo también dentro del agua. La figura simbólica de la sirena, una mujer que de cintura para abajo es un pez, es significativa a este respecto (en el arte neolítico, el pez representa el útero). Una sirena no puede tener relaciones coitales con un hombre, pero puede mover el vientre. Si probamos a nadar con las piernas juntas y sin doblar las rodillas, como si efectivamente fuéramos una sirena, veremos 37 Mari Cruz Garrido establece la relación entre las danzas sexuales en corro y las prácticas de la brujería. 38 BARBARE EHRE RICH y DEIRDRE E GLISH (1973), Brujas, comadronas y enfermeras, laSal edicions de les Dones, Barcelona 1988. 47