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—Padre mío, ¿y eso es todo? —repuso la hija—. Eso es muy fácil de solucionar, y le sopló al oído las tres respuestas.
Luego Raquel encendió las velas. El molinero recitó la bendición sobre el vino y la jalá, y se sentaron juntos a la mesa para celebrar una cena llena de paz y tranquilidad.
Cuando pasaron los tres días los tres servidores llegaron de nuevo ante el rey.
—Su Majestad —dijo el cazador—, la cosa más veloz del mundo es vuestro caballo y la más grande es vuestro cerdo. Luego el guardabosques agregó:
—Y la más querida es vuestra madre. El rey escuchó todo atentamente.
—¡Falso! —exclamó entonces—. Eso no es verdad. Váyanse de este reino y no regresen jamás.
Entonces le tocó el turno al molinero. El hombre respiró profundo y dijo:
—Su Excelencia, la cosa más veloz del mundo es el pensamiento. Y la más grande es la Tierra misma. La cosa más querida es el sueño.
El rey estaba asombrado.
—¡Has ganado la bolsa con oro! —exclamó—.
Confiesa, ¿quién te ayudó a resolver los tres acertijos?