ANIMECHA KEJZITAKUA
(Noche de muertos)
En el estado de Michoacán , es una tradición, y ha atraído a cierto turismo, esto ha llegado a la fama nacional e internacional.
La ceremonia inicia el 1ro de noviembre, concluye el 2 de noviembre está dura un poco más de 24 horas y convoca a miles de personas procedentes de: Janitzio, Jaracuaro, Itzintzuntzan, Ihuatzio, Itzurumutaro y Cucuchucho población lacustre del lago de Pátzcuaro.
La muerte purépecha
MINTZITA
Junto a un hermoso lago de México, existió una vez el reino purépecha de Tzintzuntzan. Los habitantes de este reino mantenían una relación armoniosa y estrecha con la naturaleza.
En este reino había un príncipe muy culto y refinado, llamado Huitzingéngari. Su esposa era la bella Mintzita. Vivían en su hermoso palacio de Tzintzuntzan, cuando el fragor de la guerra dominó tierras mexicanas y el reino también quedó sometido a los señores blancos y barbados, los españoles.
Huitzingéngari y su esposa, por ser los príncipes purépechas fueron integrados a la nueva nobleza. Él dejó el manto de plumas con los colores reales para vestir el traje español y adoptó el nombre de Don Antonio. Detrás de la reja de los balcones, Mintzita miraba llegar a las comitivas de la nobleza española. El temor oprimía su corazón. ¡Añoraba tanto su palacio de Tzintzuntzan!
Mientras su esposo se adaptaba sin vacilación a la nueva cultura dominante, Mintzita miraba con timidez a su alrededor, pedía que su esposo no se enamorara de alguna de las hermosas jóvenes recién llegadas de lejanas tierras.
Don Antonio salía más seguido en su elegante carroza para asistir a fiestas y reuniones de la nobleza instalada en Pátzcuaro, dejando a Mintzita inmersa en la duda y la soledad. La servidumbre le contaba de cómo su esposo era tan complaciente con las damas españolas, especialmente con una, cuya belleza destacaba en las fiestas de los nuevos señores de Pátzcuaro.
Cuenta la leyenda que un día, hubo una gran fiesta en el palacio de Don Antonio y Mintzita. En la gran cocina se preparaban los deliciosos platillos típicos de la región. Fue esa noche durante el gran banquete, cuando Mintzita finalmente conoció a la que le habían señalado como su rival: Doña Blanca de Fuenrara, una bella española de ojos verdes como el agua enfurecida de su laguna, piel blanca como la tez de la Madre Luna y cabellos rubios, como el Sol.
Pero don Antonio, que entre los indígenas era aún emperador, y entre los españoles destacaba por sus elegantes modales y erudición, pronto comenzó a ser objeto de admiración entre las damas españolas. Don Antonio salía más seguido en su elegante carroza para asistir a fiestas y reuniones de la nobleza instalada en Pátzcuaro, dejando a Mintzita inmersa en la duda y la soledad.