urante mi suplen-
cia en una her-
mosa y prospera
provincia, cono-
cí a un político,
bastante joven, y
en ascenso. Gra-
cias a la crisis de
adherentes, habían logrado
un acuerdo de partidos
ideológicamente algo dis-
tantes, para competir en la
elección de Gobernador y
Vice.
En la fonda donde caía-
mos a cenar los solos, una
noche se agregó el candi-
dato. Su misión era silenciar
algunas diferencias inter-
nas, repartiendo cargos,
porque no todos se felicita-
ban por el papel de segun-
dones acordado en la com-
ponenda.
Lo sentimos hablar de
los argumentos y sus aspi-
raciones.
-Ser Vice – decía- pare -
ce nada. Pero es la gran
oportunidad de crecer y lle-
gar a lo más.
En efecto. Libre de las
presiones que debe sopor-
tar el Ejecutivo y de sus me-
didas fácilmente criticables,
el Vicegobernador puede
tener dos o tres inter-
venciones
de
efecto y pegar el
salto al cora-
zón de los vo-
Por José María Barbano
La margarita
del candidato
tantes. Para ejemplo, el caso
de Perón. El 17 de octubre
el pueblo no fue a buscar al
Presidente, sino al Vice.
Y citaba una lista impo -
sible de recordar a menos
que se use como machete
la guía Filcar: Uriburu, Car-
los P ellegrini, Figueroa
Alcorta, y gente así, hasta
llegar a Duhalde. Todos bus-
cados por méritos – clama-
ba – logrados desde su hu-
milde puesto de Vices. Se
podía pasar por alto que en
una veintena de períodos
nacionales el puesto quedó
vacante. No así en esa Pro-
vincia donde el Vicego -
bernador tiene su preemi-
nencia más allá de los
interinatos.
Pero tenía bajo la servi-
lleta otros argumentos más
contundentes. Según la ley
de acefalía provincial, her-
mana melliza del artículo
88° de la Constitución Na-
cional, está pre -
visto que en caso de ausen-
cia de la Provincia, enferme-
dad, muerte, renuncia,
abandono del cargo, o des-
titución del Gobernador,
banda y bastón pasarán a
mano del Vicegobernador
hasta que haya cesado la
causa… etc. En la historia
del país, se cuentan al me-
nos 7 u 8 casos de aplica-
ción del principio. Nos dis-
pensó de citar los de la Pro-
vincia porque éramos foras-
teros y los nombres no nos
sonaban demasiado. Para
más, las calles usaban nom-
bre de números.
Había que tenerlo en
cuenta. El candidato a Go-
bernador, gozaba de una
salud «poco menos que hos-
pitalaria», informaba. Era
fácil que se lo exonerara por
enfermedad física (se dice
que no aguantaba cinco
madrugones seguidos y dos
días sin siesta), o síquica. No
era necesario esperar la
muerte.
-Son todas situaciones
que nos llevan a
16
aceptar esta alianza a favor
del pueblo,- susurraba hu-
mildemente.
Quedaba otra opción no
confesa. Siendo de partidos
diversos era fácil tramar una
revuelta en la legislatura y
pedir la destitución del go-
bernante, lisa y llanamen-
te. Pareció insinuarlo cuan-
do habló de Lucio Gutiérrez
y Alfredo Palacio en Ecua-
dor, y de los paraguayos
Fernando Lugo y Federico
Franco. Todavía le sobraban
algunas hojas al almanaque
para llegar a Dilma y
Themer. Pero las cosas pa-
recieron suficientemente
claras.
-Este hombre está desho-
jando la margarita – comen-
tó otro habitual comensal
con quien compartíamos el
vino. Solo le falta decidir la
fecha…
Pero la suerte del postu-
lante no estaba en los pé-
talos. Quizá estaba en el
tallo, o en la raíz…
Su fórmula no alcanzó a
mover la aguja…