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Comunitaria no viene a de- corar la democracia, sino a transformarla de raíz. Esa frase se pronunció en 2013, en ocasión del primer Con- greso, convocado en Boli- via. Hoy, frente a la avan- zada neoliberal y la pérdi- da de derechos, es aún más necesaria una visión políti- ca que se distinga y propon- ga alternativas a los mode- los excluyentes. Este movi- miento cultural quiere abrir- se paso en ese camino y tra- jo esa invitación desde aquel encuentro en La Paz y el Alto boliviano, pasando por El Salvador (2015) y Ecuador (2017). Estos encuentros son distintos a cualquier otro, desde cualquier abordaje. A diferencia de los Congresos académicos, no es impres- cindible presentar ponen- cias, pero nadie impedirá la producción de ellas. Los es- pacios de debate son abier- tos, y se toman decisiones organizativas como en los Congresos políticos. El ca- rácter itinerante hace que el movimiento que lo convoca sea literal hasta en ese as- pecto: quienes participan de esto no paran de moverse de un lado a otro. Las acreditaciones as- cendían a 600, sólo contan- do los congresales fuera de Argentina. La comisión or- ganizadora estima que cer- ca de 10 mil personas se han visto involucradas di- rectamente en la organiza- ción de este evento, si se cuentan artistas e integran- tes de la diversidad de gru- pos. Aún mayor es ese nú- mero si se considera a los públicos asistentes a todas las instancias festivas. La asamblea de cierre celebró la presentación del Proyecto de Ley de Apoyo a la Cultura Comunitaria, rin- dió cuentas del avance de la Campaña de firmas en apoyo a la propuesta y, aprobó la realización de los próximos Congresos en Perú (2021) y México (2023). mayor participación de nú- meros artísticos, es injusto destacarlo como el único festival del ciclo ya que en las cuatro provincias -al cie- rre de cada jornada-, las y los congresales se autocon- vocaban en escenarios El movimiento salió a la cancha Bajo el nombre «Territo - rios para el Buen Vivir», el festival celebrado el jueves 16 surge de «una idea que veníamos madurando con distintas organizaciones, para mostrar que lo que hacemos no es sólo una re- unión de pequeños proyec- tos, sino que también pode- mos formar parte de las grandes expresiones de la cultura popular». Las declaraciones son de Eduardo Balán, fundador de El Culebrón Timbal, uno de los grupos que dio vida a las redes culturales lati- noamericanas desde co - mienzos de este siglo y que formó parte de las bandas que tocaron en el evento. Ese Festival fue, en este Congreso, el intento más acabado para reunir y sin- tetizar todo lo que se inte- gra en este movimiento. Se montó una feria con pro - ductos de la economía so- cial. Se instaló un microcine impulsado por realizadoras independientes. Funcionó una radio abierta durante toda la jornada, con radialistas integrantes de FARCO. En diversos talleres y actividades, cada artista pudo intercambiar saberes y experiencias. La parada fue una más del Congreso popular itinerante. Si bien fue el evento más concurrido y con 13 abiertos en lugares públicos para compartir no sólo el fruto de sus debates, sino también la esencia de su accionar cotidiano. Es que este conjunto de militantes culturales se caracteriza por producir arte en cada ma-