lo hacen directamente a los rostros de los hombres
que se han colado en este el movimiento al que ellas
han convocado, para ellas.
De repente, en uno de los puntos de reunión -Glorieta
de los Insurgentes- se comenzaba a sentir apretado, a
lo lejos se escuchaban las “batucadas”, las consignas y
el cielo se comenzaba a cubrir de humo morado. Una
de nosotras, tomó la voz principal e inicia con una
consigna que nos une a las que llegamos juntas y a
las más próximas a nosotras: ¡aaaaaleeeeerta,
aleeeertaaa, alerta, alerta que camina, la lucha
feminista por América Latina, y tiemblen y tiemblen
los machistas, que América Latina será toda
feminista!. ¡Qué experiencia esta de vibrar con la
energía de todas, las conocidas y las desconocidas!.
Van caminando muchas mujeres, todas juntas, torsos
desnudos, caras cubiertas, mujeres jóvenes y no tan
jóvenes llevan pancartas con leyendas dolorosas que
son demandas muy claras dirigidas al Estado y a la
sociedad. Todas sintiéndose y siendo parte de la
manifestación.
Es esta la oportunidad precisa y necesaria no solo
para denunciar a grito pelado el hartazgo y la rabia
ante la indiferencia y la impunidad, de enfrentarse
cuerpo a cuerpo con quien tengan que hacerlo, es el
momento en el que ellas necesitan urgentemente
enviar un mensaje claro a todas las autoridades
gubernamentales y a la sociedad toda, imagino que
quizá es el de “estamos hartas y furiosas, nos
estamos organizando y que este es nuestro poder”.
Ahí, ese día, creo que se fortaleció otra forma de
manifestarse, de mostrarse, de hacerse visible y de
que se escuche a una generación importante que
existe en este país, una generación de mujeres
feministas jóvenes que no quieren ser vistas
solamente y siempre como las eternas aprendices y
estudiantes, como las indiferentes, las que no están
haciendo nada, esta es en su mayoría otra
generación, a quienes hay que reconocer. Yo me
sumo a todo ello, porque me siento parte de esas
Vamos caminando, yo me muevo, aunque dentro de
esta marea, casi casi es imposible no dejarse llevar al
ritmo de todas las mujeres que están ahí, trato de no
perder de vista a mis compañeras con quienes vine,
me siento emocionada y al mismo tiempo estoy
impresionada de la cantidad de mujeres (y algunos
hombres) ahí presentes, no soy nada buena
calculando masas, pero creo que hasta ese momento,
en ese punto de reunión éramos alrededor de 800
personas. También he de confesar que me siento
algo temerosa, quizá porque para mí esto es
totalmente diferente.
Miro sus rostros, las miro a todas, mujeres diversas.
Gritan consignas, se integran en grupos, bailan, con el
brazo alzado y el puño arriba, salen de sus bocas
gritos de hartazgo y furia, sus rostros muestran igual
descontento, hay aquí mucha fuerza y energía.
Lanzan al viento polvos morados, y sí algunas de ellas
demandas, pero sí, es verdad, ese día con las
emociones a flor de piel y sintiéndome parte de esta
rabia, pude sentir que este movimiento lo mueve otra
generación diferente a la mía.
Alguien inicio de atrás hacia adelante o de adelante
hacia atrás, no lo sé, otra consigna, y nosotras la
seguimos, ¡el/la que no brinque es macho, el/la que
no brinque es macho!!... ¡vaya sensación!, todas esas
mujeres juntas brincando y haciendo temblar -de
verdad ¡temblar!- a la gran ciudad, por un momento
pensé que me había mareado, pero no, estábamos
moviendo el piso, que se mecía como si estuviéramos
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