Morelos Violeta No. 3 Julio - agosto | Page 14

género; idealizado) aparentemente separados, donde las mujeres son ubicadas en la subordinación y a los ellos en la jerarquía, inevitablemente una relación de poder y subordinación, la cual se ha idealizado (ó sobredimensionado), con valores para los hombres y mujeres de “verdad” (con sus prejuicios implícitos de esta expresión). No se cumplen estos roles rígidos, siempre generan la posibilidad de recrearse las personas en escenarios donde la gente se enuncia en su identidad y en sus prácticas, independientemente de si la academia o las políticas públicas proponen una nueva masculinidad. Por ello, subrayar la identidad como (la concepción del sí mismo/a), la manera en que es apropiada a través de la socialización (primaria), y en que el machismo ó bien las diversas formas de apropiarse de la masculinidad, atraviesa un núcleo básico del desarrollo de todo ser, que por consecuencia, la manera en que socializamos en todos los contextos deviene justo de los aprendizajes y las interacciones. En ese sentido la heterosexualidad forma parte de la identidad de las personas, y aunque no es claro aún (se tienen algunas suposiciones, no obstante, siguen siendo no concluyentes) como la homosexualidad entre otras identidades vinculadas a lo erótico, el elemento identitario de la heterosexualidad forma parte del ideal de la masculinidad dominante, http://www.integracionsocial.gov.co dominante, uno que aparece como parte del discurso es la heterosexualidad, la cual se ha convertido en una institución dominante, puesta en el contexto de la procreación, dadora de placer, reproductora de la sociedad, base de la familia, reproductora de moral, valores, formas de vida, ideal de la sociedad de occidente, justificación de las instituciones sociales, una identidad obligada, formadora de erotismo entre personas, proyecto de vida, fundamento de ideales, (mujer y varón) principio bíblico, justificación de acciones en muchos sentidos… una sumatoria de atributos que permean lo jurídico, los “discursos normalizadores” (Foucault M.), la moral, religión, e incluso la ciencia. Por ello que analizar el cuerpo de la heterosexualidad no sólo es un tema identitario, es una estructura social que difícilmente se mueve. donde el ser varón implica la heterosexualidad como norma y quizás (para algunos/as) como obligación. Por consecuencia las dimensiones de la heterosexualidad y la masculinidad dominante (también citada como hegemónica), se han acompañado como tándem rígido. Sin embargo parte de desmontar las creencias de la masculinidad también apuntan a desarmar este binomio que invariablemente aparece en los estudios de género de los hombres y sus masculinidades, esto es, las identidades (no sólo las sociales) relacionadas a las prácticas eróticas han propuesto implícitamente la heterosexualidad en los varones, poniendo en el terreno de lo anómalo, y raro a las otras identidades homoeroticas y homosexuales (mezclándolas), entonces, desarmar implica cuestionar los conceptos que justifican el machismo o lo 13